Por KUKULKÁN
A DONALD Trump no hay cómo ponerle freno, aunque se tropiece con su propia lengua y con medio planeta de paso. Resulta que mientras como presidente número 47 de Estados Unidos colecciona conflictos diplomáticos como si fueran estampitas, en el mundo de los negocios va viento en popa, marineros. A tan sólo medio año de su segundo mandato, la política se le indigesta, pero el capitalismo le hace ojitos.
PORQUE SÍ, mientras se pelea con aliados, insulta periodistas y convierte ruedas de prensa en stand-up shows de segunda, Trump encontró una nueva forma de alzar la voz: ahora tiene su propia compañía de telefonía. Nada menos que Trump Mobile, una joyita tecnológica salida del corazón de la Torre Trump, que promete llevar cobertura conservadora hasta el último rincón de Estados Unidos.
LO QUE no logró en política exterior, lo está logrando en telecomunicaciones. Su hijo mayor, Donald Jr., con esa sonrisa de vendedor de seguros, fue el encargado de anunciar que el aparato —un “inteligente” de 499 dólares, faltaba más— traerá no sólo señal, sino asistencia médica, mecánica y, por si fuera poco, mensajes ilimitados a 100 países. Todo por la módica mensualidad de 47.45 dólares, un precio simbólico que nos recuerda dos cosas: que Trump fue el presidente 45, y ahora es el 47. La sutileza nunca fue su fuerte.
LA TRAMPA (perdón, Trumpa) está en los detalles: ni el aparato ni el servicio son diseñados por él, sino que se trata de una licencia de marca. Es decir, como todo en la vida del magnate-presidente, el negocio no está en el producto sino en el nombre. Que funcione o no, ya es otro cantar. Como sus campañas: mucho espectáculo, poca sustancia. Lo más irónico del asunto es que, mientras su gobierno naufraga en medio de escándalos, investigaciones y papelones diplomáticos, su marca personal gana cobertura. Literal. Si el país se le va de las manos, al menos tiene buena recepción.
EN UN PAÍS donde los debates sobre privacidad, control de datos y monopolios tecnológicos están al rojo vivo, Trump decide lanzar su propio aparato. Y no cualquier aparato, sino uno que promete ayudar en emergencias médicas, carreteras y políticas… bueno, en eso no. Para eso tendría que autollamarse a ver si se encuentra. Pero el gran guiño aquí es que mientras se presenta como el defensor de la soberanía y el empleo estadounidense, Trump Mobile está manufacturado por terceros. ¿El call center? Estadounidense, sí. ¿El diseño? Quién sabe. ¿La conexión? Dudosa, como sus promesas de campaña.
A MEDIO año de gobierno, Trump ha logrado dividir a su partido, alienar a sus aliados internacionales, y convertir cada discurso en una caja de Pandora retórica. Pero ahí está, vendiendo celulares con su apellido en letras doradas, como si la política fuese sólo un mal pasatiempo entre ronda y ronda de negocios. Ha quedado claro que para Trump, gobernar es como dirigir un show de telerrealidad: si el rating baja, se cambia el canal. Y ahora, literalmente, ofrece el canal.
SI USTED pensaba que el segundo mandato de Trump iba a ser una repetición más seria del primero, se equivocó de episodio. Este es el mismo programa, sólo que con mejor señal y nuevos patrocinadores. Y si algo le queda claro al pueblo estadounidense, es que mientras el país sufre de interferencias presidenciales, Trump goza de su mejor cobertura… financiera. En la era del “Make America Call Again”, lo único que suena fuerte… es la caja registradora.