- Luis Estrada tenía una gran obsesión y un pendiente en su carrera: llevar al cine su propia adaptación de “Las Muertas”.
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CIUDAD DE MÉXICO.- Luis Estrada tenía una gran obsesión y un pendiente en su carrera: llevar al cine su propia adaptación de “Las Muertas”, una de las obras imprescindibles de Jorge Ibargüengoitia.
Cuando era adolescente lo conoció durante el rodaje que su padre dirigió de Maten al León (pieza también del guanajuatense), Estrada sintió gran curiosidad por la obra del escritor, pero sobre todo por su humor, con el que coincidía completamente.
Desde entonces supo que una de sus metas sería adaptar “Las Muertas”, ese retrato terrorífico sobre dos madrotas que compraban y vendían menores de edad para prostituirlas, hasta que, por una serie de errores, se convierten en las peores asesinas de la historia, su negocio se derrumba y caen en desgracia.
“La visión de Ibargüengoitia era un pretexto para hacer una especie de gran radiografía de este País y hablar, eso sí, de estos temas que a mí me vienen persiguiendo desde hace años, que son la corrupción, la impunidad, el abuso de poder, la pobreza, la desigualdad social… todo lo que hace a este País lo que es”, resalta el cineasta, en entrevista.
Las Muertas, cuyo primer avance ya salió a la luz, llegará a Netflix el 10 de septiembre, aún no se sabe cómo, porque no es cualquier proyecto. No es serie ni es película.
Es una aventura única en su tipo, de seis largometrajes, en lo que representa la primera experiencia serial para Estrada, autor de las polémicas El Infierno o ¡Que Viva México!
“‘Las Muertas’ es un proyecto que traía en mi cabeza desde adolescente, yo tenía 14 y 15 años y me di a la tarea de leer todos los libros de Ibargüengoitia.
“Lo que me encantó es que ese sentido del humor es similar al mío, fue estimulante asomarme a ese universo, además de ‘Los Relámpagos de Agosto’, ‘Las Muertas’ la leí casi como un guion desde ese momento”, comparte el director.
Estrada leyó no sólo la amplia variedad de estudios y análisis sobre la obra de Ibargüengoitia, sino el mismo expediente al que el escritor apenas tuvo acceso unas horas en su momento, subraya.
Lo que aquellas páginas arrojaron, según Ibargüengoitia, es que era imposible saber qué era verdad y qué mentira. Lo único cierto, agrega Estrada, es que los medios de comunicación contaron una aventura desbordada.
“A él le nace escribir esta historia por la indignación que le causó la forma en que los medios retrataron esa historia de horror que, como muchos hechos históricos de este País, es dificilísimo saber qué tanto fue verdad, invención, una exageración desproporcionada.
“En especial la (revista) Alarma, llegaron a decir que mataron a más de 300 muchachas, inventaron toda una ficción, pero él cuenta que estaba fuera de México y cuando llegó lo primero que vio en el aeropuerto fue la Alarma, y como él era guanajuatense, decidió investigar qué había pasado”, relata Estrada.
Ya antes Felipe Cazals dio su versión con Las Poquianchis, pero el proyecto de Estrada cuenta con valores de producción de una ambición desmedida.
Un guion inaudito de 380 páginas que requirió 21 semanas de filmación (y el director pretendía 30), con 210 sets de época (años 50 y 60 del siglo pasado), cientos de coches de esos días, más de 170 actores con diálogos y 5 mil extras.
Destacan como personajes centrales Arcelia Ramírez, Paulina Gaytán, Joaquín Cosío y Alfonso Dosal.