- Estados Unidos alcanzó una cosecha histórica de 425 millones de toneladas de maíz en el ciclo 2025-2026.
STAFF / LUCES DEL SIGLO
CIUDAD DE MÉXICO.- Estados Unidos alcanzó una cosecha histórica de 425 millones de toneladas de maíz en el ciclo 2025-2026, según el más reciente reporte del Departamento de Agricultura (USDA). El incremento obedece al uso masivo de semillas genéticamente modificadas, capaces de resistir sequías y con menores costos en herbicidas e insecticidas.
El anuncio tuvo un efecto inmediato en los mercados internacionales. En el mercado de futuros de Chicago, las cotizaciones del maíz cayeron a su nivel más bajo en cinco años. De 198 dólares por tonelada en febrero, los contratos descendieron a 146 dólares, lo que representa una reducción de 26%.
En México, esta caída se tradujo en un ajuste de los precios de referencia: el maíz amarillo se redujo en 22% y el maíz blanco en 20%. De acuerdo con Juan Carlos Anaya, director del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), los productores nacionales, en especial los medianos y grandes, son los más afectados debido a que sus ingresos dependen directamente de los precios internacionales.
El panorama para los agricultores es adverso. El GCMA estima que los productores de riego apenas alcanzan una rentabilidad del 2%, equivalente a 1,168 pesos por hectárea, mientras que en las zonas de temporal se prevén pérdidas de hasta 8%, con un déficit de 3,270 pesos por hectárea.
“A diferencia de los productores estadounidenses, respaldados por seguros y esquemas de rentabilidad, en México no existen programas vigentes de administración de riesgos ni apoyos de comercialización”, subraya Anaya.
La otra cara de la moneda la viven las industrias consumidoras, como las de alimentos balanceados y procesados, que se benefician de insumos más baratos. Sin embargo, especialistas advierten que estos ahorros difícilmente se trasladarán al consumidor final en un contexto económico marcado por la inflación.
Anaya insiste en que reactivar programas de soporte y gestión de riesgos es crucial para evitar que la competencia del maíz estadounidense siga debilitando al campo nacional. De lo contrario, la brecha de productividad y rentabilidad entre ambos países continuará ampliándose.
La sombra de la historia
Hace apenas una década, la producción de maíz en EE.UU. rondaba los 370 millones de toneladas. El salto actual refleja la incorporación acelerada de semillas genéticamente modificadas y nuevas prácticas de cultivo. “Nunca habíamos visto una diferencia de este tamaño en tan poco tiempo”, explica Robert Miller, productor de Illinois. “Las semillas resistentes a plagas y los fertilizantes de precisión están dando resultados, pero también nos dejan a merced de un mercado más volátil que nunca”.
Comprador cautivo. México, segundo importador mundial de maíz, se enfrenta a una paradoja. Su producción interna, cercana a 24.5 millones de toneladas métricas, cubre apenas dos tercios de su consumo. El resto proviene en su mayoría de Estados Unidos, de donde llegan 24.8 millones de toneladas al año, principalmente de maíz amarillo transgénico.
En Sinaloa, Juan Hernández, productor de maíz blanco, observa con inquietud: “Nosotros no competimos en igualdad de condiciones. Allá tienen subsidios, tecnología y un campo mecanizado. Si los precios internacionales siguen cayendo, muchos pequeños agricultores no vamos a resistir”.
El contraste es evidente: mientras los agricultores estadounidenses celebran excedentes que presionan a la baja los precios, en México la sobreoferta externa amenaza la viabilidad del campo tradicional.