El plagio y la economía del “usted disculpe”

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Por KUKULKÁN

EL COLONIALISMO económico no llega hoy en carabela; aterriza en jets privados, desfila en pasarelas y vende “colaboraciones” en ediciones limitadas. Su botín ya no es oro ni especias: son símbolos, tejidos, lenguas y memorias. Y como buen negocio del siglo XXI, lo empaqueta con un storytelling conmovedor y remata con la frase mágica que todo lo lava: “usted disculpe”. En trece años, al menos 46 incidentes documentados de apropiación o plagio de diseños indígenas en México.

NO HABLAMOS de leyendas urbanas: de 2012 a 2019, la organización Impacto contó 39 casos (23 marcas). Después vinieron nuevas medallas para la vitrina de la vergüenza: Isabel Marant (2020), Zara, Anthropologie y Patowl (2021), Ralph Lauren (2022), SHEIN (2022 y 2025) y Adidas (2025). El marcador mínimo: 46. ¿Sanciones ejemplares? ¿Reparación inmediata? No. En la economía simbólica del despojo, la factura suele traer un sello: “condolencias por las molestias ocasionadas”.

LA CNDH ya lo dijo sin rodeos: es sistemático. Y sí, el adjetivo pesa. Porque mientras las marcas juegan a la “inspiración”, los pueblos originarios cargan con burocracias diseñadas para reconocer al genio individual, no a la creación colectiva. Las agujas que bordan identidad no firman contratos; las abuelas no registran en Indautor el punto de cruz que heredaron de la suya. En esa grieta legal se cuela la picaresca corporativa: donde el derecho titubea, el marketing avanza.

EJEMPLOS sobran y cansan. Ralph Lauren reconoció que sus prendas no eran “homenajes”, sino copias; retiró mercancía y siguió andando, impecable, sin que la caja registradora devolviera lo cobrado. Zara, Anthropologie y Patowl recibieron cartas, retiraron referencias, ofrecieron silencio como garantía. SHEIN, velocista del fast fashion, tropezó repetidas veces: quitar productos y seguir publicando es parte del modelo.

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Y EL CASO más reciente: Adidas y su “Oaxaca Slip-On” inspirado en huaraches zapotecos. Hubo disculpa pública, promesa de reparación y —dicen— compromiso de no repetición. Bienvenida la disculpa; mejor si llega con contrato, monto y fecha. ¿Que la moda siempre se inspira? Claro. Inspirarse es diálogo; plagiar es monólogo con caja. Inspirarse paga licencias, firma convenios de co-creación, acredita autoría y comparte ingresos. Plagiar tercea: muda un símbolo milenario en estampado “boho” y lo vende con etiqueta bilingüe: “heritage” por delante, royalties por ningún lado. El empaquetado incluye una cátedra de “apreciación cultural” y, en letra pequeña, la cláusula favorita del privilegio: si molesta, se retira del sitio.

LO MÁS cómodo de esta historia es culpar a “las marcas”, entes abstractos con logotipos concretos. Pero la impunidad se cocina en casa: vacíos legales, instituciones limitadas y una Ley Federal del Derecho de Autor que aún no se pone a la altura de los bienes culturales colectivos. INPI y la Secretaría de Cultura han alzado la voz, enviado cartas y hecho pronunciamientos. Falta que el Congreso convierta la indignación en norma: titularidad colectiva, registros comunitarios ágiles, presunción de autoría cultural, tablas de royalties, medidas cautelares expeditas y, sobre todo, sanciones que duelan. Porque mientras “lo retiramos” sea suficiente, seguirán probando suerte.

LA OTRA pata de la mesa somos consumidores y medios. Si compramos la camiseta “artesanal” con envío premium y pedimos “descuento influencer”, somos parte del chiste. Si los titulares celebran “la marca que descubrió el textil oaxaqueño”, estamos aplaudiendo al conquistador por aprender a usar Google Maps. El turismo cultural no es safari ni pasarela: es compra directa, crédito visible y precio justo en los mercados y talleres que sostienen lo que el mundo presume como mexican style.

DEBE quedar muy claro: no se trata de expulsar a las empresas del mapa, sino de elevar el estándar. Hay caminos dignos: co-diseño con comunidades, acuerdos por escrito, auditorías externas, beneficios económicos pactados y trazabilidad pública de cada colección “inspirada”. Lo demás es cosmética corporativa: la selfie con artesanas, el comunicado con “respeto profundo” y la donación simbólica que no alcanza ni para la próxima madeja.

EN EL NIDO de Víboras no pedimos cabezas, pedimos cambios. Si el Estado presume la defensa del patrimonio, que lo demuestre con órdenes de suspensión, multas proporcionales a ventas y fondos legales para que las comunidades no lleguen desarmadas al ring. Si las marcas presumen ética, que publiquen sus convenios y sus pagos. Y si alguien insiste en la ruta del “usted disculpe”, que se prepare para una nueva tendencia: “usted indemniza”. La moda pasa; la memoria no. Y el respeto —como los buenos tejidos— se demuestra en el revés y el derecho.

@Nido_DeViboras

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