Por KUKULKÁN
EN VÍSPERAS del tan esperado primer informe de Claudia Sheinbaum, la política mexicana volvió a demostrar que el Congreso no es precisamente un templo de diálogo y civilidad, sino más bien un ring con curules. En esta ocasión, Morena y el PAN, como gallos de pelea, se enfrascaron en una disputa digna de telenovela de las nueve: ¿quién controla la Presidencia de la Cámara de Diputados? Spoiler alert: ganó la presión de la aplanadora guinda, y Sergio Gutiérrez Luna seguirá despachando desde la silla grande, por lo menos otros cinco días.
LA ESCENA parecía repetirse de un guion ya conocido: oposición renuente, mayoría impaciente y, entre ambos, la sombra del ridículo. Y para darle sazón al episodio, bastó con recordar el reciente “episodio UFC” en el Senado, donde la oposición no encontró mejor recurso que aventar manotazos al presidente de la Mesa Directiva, Gerardo Fernández Noroña. Con ese antecedente fresco, Morena dijo: “Ni locos dejamos a los panistas la conducción del informe de la presidenta. Bastante circo tienen con sus insultos como para regalarles la pista central”.
EL ARGUMENTO es tan simple como conveniente: no hay confianza en el PAN para conducir un acto que, por naturaleza, ya es solemne. Si la oposición se ha especializado en gritos, pancartas y desplantes de kínder, ¿para qué entregarles el micrófono el día que Sheinbaum se estrena con su primer informe? Sería como prestarle las llaves del coche a alguien que todavía no distingue el freno del acelerador. Morena, con su mayoría cómoda, no estaba dispuesto a correr ese riesgo.
PERO mientras la tribuna se crispa y los reflectores apuntan al pleito, apareció en escena el siempre calculador Ricardo Monreal, quien, con su habitual tono de maestro zen, advirtió que no conviene empujar demasiado al vacío jurídico. Traducción: no vaya a ser que, por el afán de aplastar al rival, el Congreso termine paralizado en un berrinche institucional. Monreal, como buen operador, insistió en que no se debe “escatimar” la presidencia al PAN. Pero su voz sonó más a recomendación de cortesía que a línea real. En Morena, al parecer, la decisión ya estaba tomada.
El PAN, por su parte, insistió en lanzar como candidata a la siempre combativa Kenia López Rabadán. Sí, la misma que ha hecho del pleito con la 4T un deporte olímpico. ¿Y alguien de veras creía que Morena aceptaría a Kenia como árbitra de la Cámara justo en la antesala del informe presidencial? Esa propuesta tenía menos futuro que un paraguas en un huracán. Aun así, Monreal jugó a la diplomacia: reuniones, videos en redes, mensajes sobre “estabilidad política” y la búsqueda de un “perfil que convenza a todos”.
LO CIERTO es que, tras bambalinas, los morenistas no estaban dispuestos a entregar el mando a quien consideran un francotirador de la oposición. Y aunque el diputado hablaba de acuerdos, la realidad es que la mayoría aplastó cualquier intento de consenso.
AL FINAL, la sesión preparatoria de las cinco de la tarde se convirtió en mero trámite: el PAN amagó, Morena sonrió con suficiencia y la presidencia quedó donde estaba. Sergio Gutiérrez, hombre de la casa guinda, fue ratificado sin despeinarse demasiado. El guion se cumplió: el oficialismo no iba a soltar el timón justo cuando Sheinbaum sube al escenario nacional con su primer examen político.
LA MORALEJA de este episodio es clara: el discurso del diálogo se desgasta en pasillos y conferencias, pero en el pleno manda la aritmética. Quien tiene los votos, tiene la presidencia. Y en esta Cámara, los números pintan de guinda. Eso sí, el berrinche opositor no se hará esperar. Ya sabemos que cuando no hay votos, hay pancartas; cuando no hay argumentos, hay gritos y golpes. El PAN saldrá a decir que la democracia fue traicionada y que Morena es el ogro autoritario de siempre.
EN RESPUESTA, Morena presumirá “gobernabilidad” y “estabilidad institucional”. Y así, entre acusaciones cruzadas, México presencia una película que se repite cada año: los mismos actores, las mismas frases y el mismo desenlace. Lo que queda en claro es que Sheinbaum tendrá un informe blindado en San Lázaro. El guion no admitía sorpresas: la presidenta no iba a ser recibida con cartulinas ofensivas desde la mesa directiva. Para eso, ya está la tribuna. Y mientras tanto, los ciudadanos asistimos, como público cautivo, a este espectáculo de forcejeos y simulaciones. En esa contienda, Morena sigue demostrando que, con mayoría en mano, no hay ironía que valga: la aplanadora pasa, y el PAN se queda con las ganas.