- A 25 años de Amores Perros, ese grito fílmico sobre un viejo Distrito Federal, convulso y caótico, Alejandro G. Iñárritu dice que sigue hipnotizado por esta urbe.
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CIUDAD DE MÉXICO.- A 25 años de Amores Perros, ese grito fílmico sobre un viejo Distrito Federal, convulso y caótico, Alejandro G. Iñárritu dice que sigue hipnotizado por esta urbe.
Considera que la capital mexicana aún intoxica por su belleza, pero es más violenta que cuando decidió agarrar una cámara de cine por primera vez.
“Es una ciudad llena de contradicciones, es un mosaico de realidades, quebrada, vital, violenta, de una profunda belleza y dulzura de la gente… y al mismo tiempo la muerte está presente en todo, por la violencia”, dice en entrevista.
“Hemos normalizado cosas que no debimos normalizar”, lamenta el cineasta.
El realizador chilango, actualmente de 62, quien ha ganado 5 premios Óscar, se ríe cuando se le recuerda una frase de un personaje de Amores Perros, un asaltante, respecto a la atmósfera de la ciudad.
“Nada más robo ese banco y me largo de aquí. ¡Hay mucha inseguridad!”, pronuncia Ramiro (Marco Pérez), hermano en pantalla de Octavio (Gael García Bernal), la cara más reconocible de la narración.
“‘¡Qué fea es esta bellísima ciudad!’, es una línea que también, en Bardo, dice Daniel Giménez Cacho. Es un poco lo que siento siempre”, suelta Iñárritu.
Regresó al País para celebrar aquella ópera prima de dramas entrelazados a raíz de un choque, llena de furia y ternura, que con 36 años presentó al mundo.
La cinta, retrato de una urbe de concreto y cables, lejana a la de las postales turísticas, regresará a salas de cine este jueves para después, a finales de mes, estrenar en la plataforma Mubi.
De rabiosa energía y una gramática visual inédita entonces en México, sin complacencias ni fórmulas, diseccionó las entrañas de la capital y de sus habitantes, animales heridos que muerden y son mordidos.
Iñárritu, en aquel entonces, era famoso como locutor radial y, en la silla de director, se había curtido únicamente en la publicidad.
Aunque en el rodaje de Amores Perros sentía que estaba confeccionando algo eléctrico, acudió a Cannes (donde ganó la Semana de la Crítica), a su primera proyección internacional, sin esperar nada.
“Hay una liberación en no tener expectativas. Y en el mundo en que vivimos hoy, donde hay tantas a través de las redes sociales….
“Siento que había una gran libertad por ser la primera película, nadie esperaba nada. Ni yo mismo de mí mismo. No tenía planeado nada”, dice.
Le complace darse cuenta ahora que Amores Perros, un animal cinematográfico más viejo, sigue gruñendo y le ladra a otras generaciones, tal y como el primer día.
“Yo no hice eso. La gente se ha apropiado a la película, la ha adoptado, se ha permeado en la identidad de la gente. Eso lo hace cada uno de los individuos que quieren a esta película.
“Es una película histórica, pero también atemporal, individual, pero colectiva. Eso es bien bonito, no puedes planear, si lo piensas o planeas no te va a salir o estás absolutamente psicópata”, agrega.
DESCUBRIÓ SU VOCACIÓN
Gael García Bernal reconoce que, con muchos personajes que ha hecho (tiene más de 70), imagina más allá de los márgenes de las películas: ¿qué habrá sido de él, dónde andará?
Con Octavio, de Amores Perros, quien pone a pelear a su rottweiler para hacer dinero y huir de una realidad que lo acecha con fauces abiertas, no se lo permite.
“A Octavio no lo toco, ése es el personaje que está ahí, junto con el Cofi (su perro), que ya no me pertenece, siento que le pertenece a todo mundo”, medita.
Hoy de 46 años, la estrella tenía 21 cuando se estrenó el largometraje, su primera aparición en la gran pantalla y también confirmación de que lo suyo era interpretar historias.
“Amores Perros fue el inicio de yo aceptarme como actor, de iniciarme y aceptarme. No sabía qué era actuar, que ésta era mi vocación, no la había encontrado todavía. Pensaba que quizá podía hacer otras cosas.
“La película, en aquel entonces, parecía una experiencia única: me lancé con todo hacia ese remolino fantástico de vitalidad y de filo”.
Con el salvaje Octavio, reflexiona, no se relaciona prácticamente en nada: aquel joven, ficticio, nació en un entorno hostil, y García Bernal, en uno “amoroso y lindo”, “Pero qué fortuna haber empezado así en el cine, qué alegría, qué privilegio”.
HACE LAS PACES CON GUILLERMO ARRIAGA
¡Hace paces con Arriaga!
González Iñárritu firmó la paz con Guillermo Arriaga, guionista con quien hizo una famosa mancuerna, pero de quien estaba distanciado.
Firmaron la reconciliación con un largo abrazo sobre el escenario. Hace 20 años, ambos creativos tuvieron una disputa sobre el reconocimiento y hasta la autoría de las películas que realizaron (también 21 Gramos y Babel).
“Esta coyuntura del 25 aniversario de la película ha sido el marco perfecto para hacer a un lado nuestras diferencias y reencontrar ese cariño profundo y mutuo que siempre compartimos”, dijo Iñárritu.
“Aún en momentos de heridas profundas, hay que aspirar a la reconciliación. Creo que en un momento tan complicado en el mundo, es bonito que este señor y yo estemos juntos de nuevo como lo que siempre fuimos, hermanos”, replicó Arriaga