POR KUKULKAN
EN MÉXICO, la justicia no se imparte, se escenifica. A veces es thriller político, otras, comedia negra. Esta semana, se volvió telenovela de horario estelar: Alejandro Gertz Manero, el eterno fiscal general, por fin renunció. Sí, el hombre que parecía más soldado que servidor público, más dueño que inquilino de la FGR, dejó la silla. Pero como todo en este país, no se va solo, ni se va castigado… se va premiado.
¿EL DESTINO final? Nada más y nada menos que la embajada de México en Alemania. Un retiro dorado, diplomático y discretamente alejado del escándalo. Porque claro, en este país, cuando alguien incómodo sale por la puerta trasera, se le manda de gira por Europa. Que no falten los castillos, los discursos suaves y la inmunidad diplomática.
TODO empezó con la famosa carta misteriosa. La presidenta Claudia Sheinbaum confesó haber recibido un documento del Senado, y tras días de suspenso al estilo La Rosa de Guadalupe, el telón cayó y se confirmó lo obvio: Gertz se va. Pero no se va solo, se va con pasaporte, protección y una sonrisa de “mis escándalos no me definen”.
LOS MEDIOS reaccionaron como debe ser: con sorpresa fingida y mucha ironía. Las redes sociales se llenaron de memes, sarcasmos y uno que otro aplauso a la salida del fiscal que durante años mantuvo congeladas investigaciones, persiguió a su familia política y convirtió la autonomía en opacidad.
DESDE su encarnizada cruzada contra su cuñada hasta los escándalos por llamadas filtradas, Gertz fue el símbolo de un sistema que promete justicia, pero reparte favores. Su gestión dejó más interrogantes que sentencias, más pactos que expedientes cerrados, y más silencios que respuestas. Pero eso sí: ya tiene su boleto a Berlín.
¿Y QUIÉN lo sustituye? Aquí el guion se vuelve predecible. El nombre que más suena —y grita— es el de Ernestina Godoy, actual consejera jurídica de la presidencia y exfiscal de justicia de la CDMX. Una figura cercana a Sheinbaum, conocida por su lealtad, y con un estilo que promete continuidad, no ruptura.
PERO no todos aplauden. Mientras algunos la ven como un relevo natural, otros acusan que el cambio será sólo de nombre y no de fondo. Que si Godoy llega, la justicia seguirá siendo ese instrumento manejado a discreción, con algunos intocables y otros sacrificables según convenga.
MIENTRAS tanto, la oposición —esa fauna de siglas recicladas como PAN, PRI, MC— observa desde la galería, con palomitas en mano, el espectáculo de la transición. Se indignan, claro, pero no olvidan que ellos también votaron por Gertz cuando les convenía. Y como buenos actores secundarios, ahora se deslindan del protagonista caído.
EL CASO Gertz no termina con su renuncia. Se transforma. Porque ahora es el fiscal que se fue sin rendir cuentas, pero con visa diplomática en la maleta. Y eso, más que un cierre digno, es un mensaje: aquí, la impunidad se viste de embajador.
ASÍ que mientras Ernestina Godoy se alista para asumir la FGR —y todos debatimos si traerá justicia o sólo otra capa de maquillaje institucional—, Gertz prepara su alemán básico, sus discursos de ocasión y su nueva vida entre copas bávaras y acuerdos bilaterales.
Y NOSOTROS, como siempre, esperando que algún día alguien renuncie y enfrente consecuencias, no sólo cambie de oficina con vista al río Spree. Porque si de algo sirve este capítulo es para recordar que en México, la justicia no se jubila… se exilia con honores.




