POR KUKULKAN
POR PRIMERA vez en la historia reciente, un informe de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se presentó con una carga simbólica y política sin precedentes. Hugo Aguilar Ortiz, ministro presidente del máximo tribunal del país, convirtió el tradicional acto de rendición de cuentas en un manifiesto de transformación institucional. La ceremonia no fue un simple protocolo, sino una declaración frontal: la Corte ha cambiado, y con ella, la forma de entender la justicia en México.
EL DISCURSO arrancó con una fuerte crítica al pasado. Aguilar habló de una Corte que antes era lejana, lenta, burocrática y dominada por una lógica de privilegio. Frente a ese modelo, presentó a una nueva Corte, elegida por el pueblo, comprometida con la transparencia, la cercanía y la rendición de cuentas. La presencia del bastón de mando indígena, colocado junto al escudo nacional, fue uno de los gestos más potentes: un símbolo de reconocimiento a la pluriculturalidad y a las voces históricamente ignoradas por el sistema judicial.
AUNQUE más allá de los gestos, las cifras dieron forma concreta a esta transformación. El contraste fue directo y contundente: mientras que la anterior Corte resolvía en promedio 1.8 asuntos por sesión, la nueva resuelve 16.4. En apenas 100 días, el Pleno ha sesionado más veces, trabajado más horas y resuelto más asuntos que en periodos comparables. Aguilar no dudó en señalar que el modelo anterior favorecía la opacidad, con resoluciones delegadas a unos cuantos ministros y poca deliberación colectiva. Hoy, dijo, cada asunto pasa por el análisis de los nueve ministros en un ejercicio de mayor pluralidad, transparencia y calidad jurídica.
EL INFORME se estructuró en diez pilares fundamentales que, según el ministro presidente, están redefiniendo el rostro y corazón de la Suprema Corte. El primero es la justicia transformadora, que rompe con la inercia burocrática y prioriza asuntos de derechos humanos. El segundo, una justicia honesta y transparente, con sesiones públicas y una política de tolerancia cero a la corrupción. El tercero es la justicia cercana al pueblo, reflejada en foros, audiencias públicas y la apertura del Pleno a la ciudadanía. El cuarto pilar es una justicia humanista, centrada en casos que afectan directamente la vida de personas vulnerables, como personas con discapacidad, migrantes o en situación de calle.
EL QUINTO pilar es la justicia pluricultural, que garantiza el acceso a la información jurídica en lenguas indígenas y reconoce la diversidad del país. El sexto apuesta por la perspectiva de género y la inclusión social, con medidas concretas para erradicar la violencia contra las mujeres. El séptimo defiende la independencia judicial frente a cualquier presión externa, política o económica.
EL OCTAVO pilar impulsa una justicia de calidad, sustentada en la austeridad, eliminando privilegios y haciendo más con los mismos recursos. El noveno es la justicia digital, que moderniza procesos y acerca los servicios de la Corte a todo el país. Y finalmente, el décimo pilar: la justicia real y verdadera, una justicia que no se queda en los expedientes, sino que transforma vidas.
AGUILAR cerró su informe con una reafirmación de la autonomía judicial y de su compromiso con la Constitución y el pueblo. Aseguró que la nueva Suprema Corte no se inclina ante presiones ni responde a agendas particulares. “Una justicia que escuche al pueblo nunca será selectiva, parcial ni cupular”, dijo.
LA FRASE resume el tono y el fondo del informe: una Corte que busca reconciliarse con la sociedad, que asume su papel como pilar del Estado y que promete decisiones más humanas, más plurales y más firmes. El mensaje fue claro: el tiempo de la Corte distante ha terminado. El nuevo poder judicial quiere ser protagonista en la vida pública del país. Ahora falta ver si los hechos logran estar a la altura de las palabras.




