Por KUKULKÁN
DICEN que meter las manos al fuego por alguien es un acto de confianza ciega. Pero en Campeche, ese fuego ya comienza a arder más de lo que a Layda Sansores le gustaría reconocer, y la chamusquina empieza a subir más allá de las uñas. Todo comenzó cuando la gobernadora decidió sacar del horno al panista Jorge Luis Lavalle Maury, ex senador, ex recluso y ex purificado, para convertirlo en flamante Secretario de Desarrollo Económico.
LO HIZO sin sonrojarse, a pesar de su historial digno de un thriller político. Hoy nombré a Jorge Luis Lavalle Maury como nuevo secretario de Desarrollo Económico, con quien trabajaremos en equipo por el bien de Campeche, anunció sin rubor el 3 de diciembre de 2024 ¡Ah, la inocencia política! ¿Los señalamientos por corrupción? ¿El escándalo Odebrecht? ¿Los meses en el Reclusorio Norte? Para Layda, eso son minucias. No hay una sola prueba, dijo en el Senado, defendiendo con capa, espada y el escudo de la 4T a su nuevo fichaje, al que describió como chivo expiatorio.
HASTA lo defendió en su tribuna del “Martes del Jaguar”, alegando solidaridad mutua. Como quien justifica invitar al zorro a cuidar el gallinero porque alguna vez le prestó azúcar. Pero ahora, la lealtad le está saliendo cara. Y el incendio político que parecía un simple chispazo, amenaza con convertirse en bola de fuego. Todo gracias a un nuevo personaje de esta novela mexicana: Mario Ávila Lizárraga, empresario, ex candidato del PAN al gobierno de Campeche, y, según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, prófugo por repartir sobornos como quien reparte volantes en el centro: 150 mil dólares a funcionarios de Pemex entre 2019 y 2021.
EL LUNES por la madrugada, una propiedad de Ávila fue cateada en Campeche por la FEMDO. Horas después, los gringos revelaban cargos criminales contra Ávila y otro ejecutivo mexicano. Y, para no perder la costumbre, el nombre de Lavalle volvió a hacer eco. Porque sí, Lavalle y Ávila tienen historia: el primero coordinó la campaña del segundo en 2009, y ambos compartieron afinidades políticas, conexiones, y —según fuentes periodísticas— presuntos negocios que huelen más a gasolina podrida que a desarrollo económico.
DURANTE la mañanera de ayer, la Presidenta Claudia Sheinbaum no pudo evadir el tema. Dijo que revisarán los contratos vinculados al caso. Ávila está prófugo, y sobre él pesan otras acusaciones por actos de corrupción. ¡Qué sorpresa! Y mientras todo esto ocurre, Layda debe estar arrepintiéndose de haber jugado con cerillos en un cuarto lleno de gasolina. Porque no hay mejor forma de chamuscar una reputación política que justificando la reincorporación de un panista quemado, solo porque prometió dejar el pan por la 4T.
LAVALLE es, quizá, el mejor ejemplo de ese tipo de opositor que creyó que por ponerse la camiseta del nuevo gobierno, automáticamente le borrarían sus pecados. Pero la memoria política, aunque corta, tiene brotes de lucidez. Y hoy, su designación comienza a parecer menos un acto de reconciliación y más una imprudencia que le puede costar a Sansores algo más que votos. Dicen que el fuego purifica. Pero si algo ha demostrado este caso es que algunos simplemente no se carbonizan… porque ya vienen chamuscados de fábrica.