- Entre cantos, incienso y palabras que abrazan: así se vivió el Congreso Maya 2025 en Felipe Carrillo Puerto.
STAFF / LUCES DEL SIGLO
FELIPE CARRILLO PUERTO, Q. ROO.— El aroma del copal se mezclaba con el murmullo de las voces en lengua maya, mientras el sol de la mañana iluminaba el centro ceremonial.
Bajo una enramada decorada con flores y palmas, ancianos, jóvenes, artesanas y autoridades se reunieron para abrir el Congreso Maya 2025, un evento que más que un encuentro político, se sintió como un abrazo colectivo a la identidad y la memoria de un pueblo.
La ceremonia tradicional marcó el inicio. Un grupo de músicos entonó el Maaya Paax con tambores y flautas, y el público acompañó con palmas suaves, como si cada golpe de percusión fuera un latido compartido.
En ese ambiente de respeto y solemnidad, la senadora quintanarroense Anahí González tomó el micrófono.
“El pueblo maya es historia, es presente y acción; siempre contarán conmigo como una aliada”, dijo con voz firme, arrancando aplausos cálidos y miradas de complicidad entre las y los asistentes.
La legisladora recordó la reforma histórica aprobada en septiembre de 2024 para reconocer y proteger los derechos de los pueblos indígenas y afromexicanos.
No fue un discurso técnico: cuando habló de traducir la ley a las lenguas originarias, varias mujeres en primera fila asintieron, como quien escucha una promesa que toca directamente su vida.
Y al hacer referencia al turismo comunitario y los proyectos productivos, un grupo de artesanas mostró sus bordados, orgullosas.
Las mesas de trabajo se abrieron como círculos de confianza. Ahí se habló de cosmovisión, de medicina tradicional, de los retos para preservar la lengua materna y de los derechos de las mujeres indígenas.
El ambiente era de diálogo franco: manos levantadas, voces firmes, y una sensación de que cada palabra tenía un destino claro.
Mezclada entre los asistentes, la senadora se detenía a saludar, tomarse fotos y escuchar de cerca historias que pocas veces llegan al micrófono.
Desde 2017, el Congreso Maya ha sido un punto de encuentro vital para las comunidades originarias, pero este año, la conexión fue palpable: no solo se discutieron leyes y políticas, también se compartió música, bordado, medicina ancestral y la certeza de que la cultura maya no es un pasado que se recuerda, sino un presente que se defiende.