Por KUKULKÁN
COMO en todo matrimonio arreglado, la relación entre el gobernador morenista de Yucatán, Joaquín “Huacho” Díaz Mena, y la alcaldesa panista de Mérida, Cecilia Patrón Laviada, empezó con sonrisas forzadas, promesas de colaboración y fotos para la posteridad. Pero ya se sabía que eso no iba a durar. Y así fue. La luna de miel apenas y alcanzó para cortar el pastel.
EN AGOSTO de 2024, semanas antes de que cada quien tomara protesta en su respectivo cargo, Huacho y Cecilia protagonizaron su primer acto de “amor político” frente a las cámaras: prometieron coordinación institucional para que Mérida brillara como nunca. Calles, banquetas, agua potable y hasta Centros Renacimiento para los jóvenes. Todo era armonía y buenos deseos. ¡Pura miel!
EN FEBRERO de 2025, cuando aún quedaban algunos pétalos en el ramo, volvieron a reunirse para hablar del Plan de Desarrollo Urbano, la movilidad en zonas populares como Ciudad Caucel y proyectos cofinanciados con la federación. Todo parecía avanzar. El público comenzaba a creer que esa unión PAN-Morena, tan improbable como un eclipse en año bisiesto, podía funcionar. Pero ya lo dice el dicho: amor de políticos, pronto al olvido.
BASTÓ una mañanera estatal para que el “Huacho” mostrara las primeras señales de hartazgo con su pareja institucional. Y el tema que encendió la mecha fue uno que a los yucatecos les duele… literalmente: los baches. En esa conferencia, no fue Huacho directamente —porque para eso están los escuderos— sino Alaine López Briceño, titular de la flamante Secretaría de Infraestructura para el Bienestar, quien sacó los trapitos al sol.
EN VIVO y a todo color, comparó los costos de bacheo del Estado (444 pesos por metro cuadrado) con los del Ayuntamiento de Mérida (más de 500 pesotes) y, por si fuera poco, dijo que el bacheado estatal es de “mayor calidad y durabilidad”. En buen yucateco: te cobro menos y lo hago mejor. ¡Tómala, Ceci! Obviamente, esta declaración no cayó nada bien en el palacio municipal. No hubo respuesta oficial, pero los silencios en política a veces gritan más que los discursos. El idilio terminó. Se acabó la cortesía.
Y COMO si no fuera suficiente con los encontronazos municipales, Huacho también comenzó a arrepentirse de ciertos romances políticos propios. Uno de los más incómodos fue su relación con Miguel Alberto Alcocer, a quien en abril pasado nombró pomposamente como secretario de Vinculación Estratégica del Consejo Técnico de Salud Estatal. Le pidió la foto del recuerdo y hasta lo contempló como el “ungido” para encabezar el IMSS-Bienestar.
TODO un flechazo. De ese enamoramiento de ensueño, Huacho pasó al desencanto más agrio. ¿La razón? Miguel Alberto ha sido señalado como socio del hospital privado Eme Red Hospitalaria (Humanity), el mismo donde, junto con su compadre, el rector Carlos Estrada Pinto de la Universidad Autónoma de Yucatán, habrían operado una “graciosa transferencia” de 70 millones de pesos desde la UADY al nosocomio privado, sin licitación, sin transparencia, sin rubor.
A OJOS de Huacho, este combo es venenoso. Estrada Pinto tiene más azul que un mar caribeño y el gober no lo puede ni ver en pintura. Ver a Miguel Alberto pasearse del brazo del rector, mientras su nombre suena entre escándalos de corrupción, fue el último clavo en el ataúd de una relación que nació muerta. la alianza entre el PAN meridano y la 4T yucateca fue un experimento fallido. Las diferencias políticas, las rivalidades históricas y los egos en expansión han vuelto a poner a cada quién en su trinchera. Porque aquí, aunque todos digan que quieren lo mejor para Yucatán, la verdadera batalla es por el control político, los recursos y, por supuesto, las candidaturas del 2027.