- Rinden homenaje por los 174 años de la muerte de Andrés Quintana Roo, un héroe olvidado
RAQUEL FIERO SYMONDS
CANCÚN, Q.ROO.- Sobre la Plaza de la Reforma del Palacio Municipal, el lábaro patrio ondeaba a media asta mientras se entonaban con orgullo los himnos nacional y estatal. A 174 años de su muerte, Andrés Eligio Quintana Roo fue recordado en una ceremonia solemne encabezada por funcionarios del Ayuntamiento de Benito Juárez y ciudadanía consciente de que este nombre no es solo geográfica, sino legado.
Nora Espinoza Hernández, oficial mayor del Ayuntamiento, habló de un hombre justo, comprometido y generoso. De alguien cuyo nombre es símbolo de unidad, justicia y libertad. Pero mientras las palabras elevaban su memoria, los hechos recientes en el estado reflejan una contradicción profunda: Quintana Roo, prócer de la independencia y artífice de la Constitución de 1824, parece hoy más un estorbo decorativo que un pilar identitario.
Justo hace un año cuando el estado homónimo se preparaba para celebrar su medio siglo de vida institucional, las señales de desmemoria se multiplicaron. En Solidaridad, la alcaldesa panista Lili Campos Miranda ordenó el retiro de la estatua de Andrés Quintana Roo de la histórica Plaza Cívica 28 de Julio. ¿El argumento? Embellecimiento urbano. El resultado: la figura fue relegada a una glorieta de alto tráfico, sin pedestal, a merced de la intemperie.
Las justificaciones fueron tan simbólicas como insuficientes. Se habló de acercarlo a la gente, pero se le alejó del corazón cívico. Se prometió proteger la estatua, pero se le dejó vulnerable. Se invirtieron casi 45 millones de pesos en la remodelación de la plaza, en un municipio donde calles oscuras y baches son más urgentes que cualquier “embellecimiento”.
Mientras tanto, en Chetumal, la capital que presume raíces fundacionales, los diputados de la XVII Legislatura decidieron sustituir a Andrés Quintana Roo por una cafetería. La sede del Congreso local, declarada Patrimonio Cultural Intangible, fue testigo de cómo se removía su estatua para dar paso a un nuevo espacio de esparcimiento para 600 trabajadores legislativos. El presupuesto: 14 millones de pesos. La memoria histórica, al parecer, no entraba en la licitación.
La indignación social no tardó, y la justicia federal suspendió temporalmente las obras. Aun así, la estatua del prócer reposa, inerte y olvidada, en un estacionamiento. Como si la historia también hiciera fila para encontrar su lugar.
SIN IDENTIDAD, NO HAY FUTURO
Este cúmulo de decisiones revela una dolorosa paradoja: mientras se conmemora a Andrés Quintana Roo con palabras vibrantes, se le borra del espacio público con acciones tibias. Un estado joven, que apenas cumple 50 años, no puede permitirse ignorar a quienes le dieron nombre y sentido. El olvido no es inocente, es estructural, y sus consecuencias se ven en una sociedad que carece de símbolos vivos, de referentes que inspiren cohesión y orgullo.
Porque no se trata solo de estatuas o plazas; se trata de cómo nos narramos como sociedad. Y hoy, más que nunca, Quintana Roo necesita dejar de mover a su prócer de bronce y comenzar a abrazar su historia con convicción. No para vivir en el pasado, sino para construir un futuro con raíces firmes.
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