NIDO DE VÍBORAS

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NIDO EL SÉPTIMO

Por KUKULKÁN

AQUELLA ocasión que le preguntaron a Pedro Joaquín Coldwell cuál es el año más difícil de un gobernador, el experimentado político quintanarroense —quien ha escalado los más altos puestos partidistas y públicos de la administración federal— respondió con la agudeza mental que lo caracteriza: el séptimo, cuando dejas de serlo… Y eso que lo dijo alguien que después de dejar la gubernatura de Quintana Roo en 1987, a la edad de 34 años, no cayó en ostracismo político, sino que dio sus primeros pasos en el gabinete federal como director general del Fondo Nacional de Fomento al Turismo en 1988 y al año siguiente fue designado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari como titular de la Secretaría de Turismo.

SIN TANTA trayectoria, pero con el mismo destino de continuar vigente en la política nacional, su hermano Carlos Joaquín González entrará justo a esa solitaria etapa de ser otro gobernado más, despojado de todo el poder, los recursos materiales y humanos que por seis años se movieron al ritmo de sus decisiones, y que a partir del primer minuto del próximo 26 de septiembre dejarán de estar a su servicio. Aunque todo apunta a que Carlos podría seguir los pasos de Pedro despachando como nuevo titular de la Secretaría de Turismo, desde la oficina que se acondicionó para él en la Mega Escultura del Monumento a la Cuna del Mestizaje en Chetumal, asumiría el cargo con una cartera de recursos públicos vacía porque todo el presupuesto de la dependencia, de aquí hasta el 2024, se irá a las obras del Tren Maya.

PERO eso debe tenerlo sin preocupación alguna, quizás ha sido el gobernador de ‘oposición’ más aplaudido por el presidente Andrés Manuel López Obrador al reconocer que ‘ha hecho un buen trabajo’ y ‘se ha portado muy bien’, ‘muy democrático’ porque no metió las manos en los diferentes procesos electorales durante su mandato dejando libre el paso a Morena para apoderarse del poder político estatal. ‘Amor con amor se paga’, ha dicho el inquilino de Palacio Nacional, y Carlos Joaquín se ha convertido en uno de sus hombres de confianza para el proyecto de la consolidación de la Cuarta Transformación en Quintana Roo, al lado de la gobernadora Mara Lezama Espinosa, quien seguro aprovechará toda esa experiencia que podría evitarle cometer errores.

SE VA, pero no se va. Como ningún otro gobernador, Carlos despachará en Chetumal, viendo crecer los frutos de lo que sembró durante su administración, además de lo que se quedó inconcluso para darle seguimiento, sobre todo aquellos proyectos que inició (como el Parque Industrial con Recinto Fiscalizado Estratégico y la Central de Abastos), pero que faltan por denotar porque prometen potencializar la economía en el sur del estado con el paquete de obras de infraestructura que a su vez tiene presupuestado el gobierno federal para despuntar la economía del Sureste mexicano, como es el caso del Tren Maya, esperanza de desarrollo y progreso en esta zona alejada por décadas de la mano del gobierno federal.

EXPERTO en turismo, Carlos Joaquín seguro tendrá la fórmula para despuntar los atractivos del sur de la entidad, Chetumal, Bacalar y Felipe Carrillo Puerto, con la oportunidad de reivindicarse con aquellos sectores a quienes su gobierno no convenció. El juicio final lo harán los propios quintanarroenses, por lo pronto él se va satisfecho de haber gobernado su tierra —a pesar de la resistencia de la vieja clase política— siguiendo los pasos de su hermano Pedro Joaquín cuyo padre Nassim Joaquín Ibarra pudo ver, antes de partir en 2016, a los dos convertirse en mandatarios de su estado y lo hacía sentirse afortunado en las mesas de café que acostumbraba con amigos en su centro comercial en Cozumel: soy el segundo papá con dos hijos gobernadores del país, celebraba (el otro caso son los Moreira en Coahuila aunque en diferentes circunstancias).

@Nido_DeViboras