Feminismos En Corto Sin Tanto Rollo

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Ser madre y su trabajo invisible y gratuito

Haidé Serrano

Ser madre es muchas cosas, pero sobre todo es trabajo, mucho trabajo. Es extenuante e inacabable. Ser madre te convierte en trabajadora de por vida, pero sin un peso de sueldo. Es una de las actividades con menor valor social y la que más consume el tiempo de las mujeres.

Ser madre es un trabajo invisible y gratuito. Sin embargo, es el trabajo que sostiene a la sociedad entera. Sin el trabajo de las madres simplemente la vida y la economía se paralizarían.

—¿Trabajas?

—No. Soy ama de casa.

Una pregunta con una respuesta casi unánime que se ha repetido durante décadas. El trabajo de cuidados y doméstico aparta de la independencia económica a las madres y las tiene como esclavas al servicio de quienes se benefician con su “sacrificio”.

Porque el cine, los medios, en general, la cultura, se han asegurado de convencernos de que la maternidad es una virtud, un alto honor al que estamos destinadas. Una “necesidad” que tenemos las personas que nacemos con aparato reproductor femenino. Un llamado de la naturaleza, que se manifiesta con el “instinto maternal”. Un mandato de nuestro género que debemos cumplir sin cuestionar y de manera desinteresada y abnegada.

Este mandamiento de la maternidad está rodeado de trampas y mentiras. En el plan de ser madre, no está que el padre abandone sus obligaciones y la deje totalmente con la tarea de crianza, cuidados y manutención. Pero la realidad en este México machista y patriarcal, nos dice que casi el 70 por ciento de las madres solteras se hacen cargo de todo; es decir, que tres de cada cuatro hijas e hijos de parejas separadas no reciben pensión alimenticia, de acuerdo con datos del INEGI.

Te vas enterando ya muy tarde, que todo el trabajo que conlleva ser madre no se comparte de igual manera. Según ONU Mujeres, a nivel mundial, las madres dedican al menos el doble de su tiempo que los padres a las tareas domésticas y de cuidados.

Otro cuento es que las madres tienen súper poderes, que podrán resolver cualquier problema que se presente, aunque no se tenga conocimiento, dinero ni experiencia. Por ejemplo, en México, la salud es un lujo. Según cifras oficiales, apenas el 44.1% del total de mujeres cuenta con afiliación a alguna institución de salud.

Otra mentira de la maternidad es que las mujeres llegarán a la “autorrealización” a través de la maternidad. Como si fuera su único propósito ser madres. Como si las mujeres no soñaran con aventuras, proezas deportivas, científicas, artísticas, espirituales o hazañas de cualquier índole.

Y al pasar los años, las madres se dan cuenta de que trabajaron toda su vida y no tienen dinero. No ahorraron para su retiro. No tienen independencia financiera. No cumplieron muchos de sus sueños por cuidar de los demás. Y que sus hijas e hijos se han ido.

Repensar las maternidades es fundamental para disminuir las desigualdades. Porque el trabajo de cuidados y doméstico es una responsabilidad de todas las personas. Y también del Estado, que ha sido omiso en garantizar los derechos humanos de las madres. Para que las madres se incorporen al trabajo formal y remunerado se requieren políticas públicas que respeten sus derechos. Guarderías de tiempo completo, escuelas con horarios extendidos, trabajos con horarios flexibles, licencias de paternidad; así como la incorporación de la perspectiva de género a las empresas y aparato gubernamental.

Y, antes de regalarle a tu madre un electrodoméstico, pregúntate si ella sigue haciendo el trabajo que te toca.

Carlos Monsiváis en el libro “Misógino feminista” (selección de textos y prólogo de Marta Lamas) se refirió al trabajo doméstico como un infierno circular, que narra Elena Poniatowska en el prólogo de “Se necesita muchacha” de Ana Gutiérrez:

“[…] tallar de nuevo, echar Holandesa o Bon Ami, blanquear, tallar por tercera vez, escobetear, tallar, desempolvar, trapear, lavar, enjuagar, tallar, sacudir, guardar, acomodar; todos los verbos de rodillas dobladas están ligados al trabajo doméstico. Levantar, trapear, escombrar, cargar, cocinar, acarrear, contestar el teléfono, destapar, abrir, servir, servir, servir, hacer todo lo que los demás no quieren hacer, levantar todo lo que se deja tras de sí, recoger los calcetines del suelo, restregar contra la piedra del lavadero los calzones con su riel de oro, el arco gris de mugre de los puños de las camisas, el polvo que se junta en círculos, el polvo que gira esférico sobre las pantallas, el polvo circular sobre la bola de cristal del futuro, el polvo sobre las manzanas, el polvo redondo de las cosas, el polvo que se hace irrespirable y va rodando en una sola bola llamada tierra, el que hay que barrer de los rincones, el que se amontona sobre los buenos propósitos y debe sacarse junto con la basura de la mañana…”.

@HaideSerrano dirige y conduce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo, una plataforma sobre feminismo, perspectiva de género, igualdad, derechos humanos y paz. Es autora del libro “Mujeres líderes en la pandemia”. Es licenciada en Comunicación y maestra en Género, Derecho y Proceso Penal.