NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

EN LA SINFONÍA de contradicciones que a menudo compone la política mexicana, pocas notas desafinan tanto como la melodía del desinterés electoral hacia aquellos que, desde lejanías obligadas, aún tienden puentes con su tierra mediante el envío de remesas. ¡Ah las remesas!, ese milagro económico que amanece en las cuentas bancarias de familias que sin ellas verían más oscuros sus días. Y, sin embargo, ¡qué paradoja! Al momento de pedir reciprocidad en forma de voto, se encuentran con la puerta cerrada y el cerrojo echado por parte del INE.

IMAGINEMOS la escena: mientras los dólares fluyen generosamente hacia México, alcanzando la astronómica cifra superior a los 62 mil 257 millones de dólares en 2023, el INE juega a ser el portero exigente en el baile democrático. No es suficiente con querer participar; hay que sortear un laberinto burocrático que conduce por pasillos de lo absurdo y, seguramente también, de lo perverso. Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, nuestras aspirantes presidenciales, se han erigido como las voces de la razón, clamando por un proceso más accesible. ¿Acaso no sería justo? Pero, claro, la justicia y la facilidad a menudo toman rutas divergentes en nuestras tierras.

LA NEGATIVA del INE a aceptar cerca del 93% de las solicitudes de voto desde el extranjero no es sólo un desplante burocrático, sino un mensaje inequívoco: “Gracias por la plata, pero guárdate tu opinión”. Detalles menores como firmas ilegibles y fotocopias en lugar de originales se convierten en los convenientes villanos de esta farsa electoral. ¿Es realmente muy difícil verificar una identidad en la era digital? ¿O será que el temor a una diáspora empoderada electoralmente resulta demasiado intimidante?

ESTE PANORAMA no sólo destaca un desequilibrio en la valoración de las contribuciones de los mexicanos en el extranjero, sino que también pone en relieve una fractura más profunda en el compromiso del país con sus ciudadanos, independientemente de su código postal. La democracia, después de todo, debería ser un baile al que todos estén invitados, no sólo aquellos que pueden marcar su asistencia desde dentro de las fronteras. Si la distancia física se convierte en un impedimento insuperable para ejercer derechos cívicos, entonces es imperativo replantear el alcance de nuestro compromiso democrático.

EN MEDIO de este torbellino de burocracia y desdén, surgen preguntas esenciales sobre la integridad del proceso electoral y la verdadera inclusión de todos los mexicanos en el futuro político del país. ¿Es posible que, al final del día, el valor de un mexicano sea medido no por su capacidad de contribuir al debate y desarrollo nacional, sino por la conveniencia logística que su participación implica? La tarea que queda es monumental, pero esencial: asegurar que la voz de cada mexicano, en cada rincón del mundo, sea no sólo escuchada, sino también valorada y decisiva.

MIENTRAS TANTO, los rechazados, ahora más familiarizados con las bandejas de entrada de sus correos electrónicos que con las urnas, tienen hasta el 5 de mayo para rectificar su situación. Magnánima oportunidad que brinda el INE, ¿no es cierto? Extendemos la mano, pero cerramos el puño. Queda claro que los billetes verdes seguirán siendo más bienvenidos que las opiniones y deseos de quienes los envían, el ciclo continuará. Dinero entra, votos quedan fuera. Un intercambio, a todas luces, injustamente desequilibrado. A este ritmo, el día en que el derecho al voto se respete tanto como la última remesa, será un verdadero día de fiesta nacional. Por ahora, seguimos esperando.

@Nido_DeViboras