NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

SOBRE el cuadrilátero del debate político, la contienda entre Lili Campos y Estefanía Mercado prometía ser un combate épico. Sin embargo, lo que presenciamos fue más bien un triste espectáculo de golpes bajos y esquivas constantes. Aspirante a la reelección por la coalición PRI-PAN, Campos llegó al ring con un estilo digno de una campeona caída en desgracia.

SEGÚN sus encuestas, ella lidera las preferencias y para aparentar esa supuesta ventaja hizo su entrada triunfal en una camioneta Lincoln de lujo, valuada en más de un millón de pesos, cuya matrícula brilla por su ausencia en el Repuve. Rodeada de un ejército de escoltas, más parecía una boxeadora insegura intentando impresionar con su séquito que una líder confiada en sus habilidades.

EL DEBATE comenzó y, desde el primer round, Lili mostró su estrategia: en lugar de lanzar golpes contundentes con propuestas sólidas, se dedicó a golpear a su oponente Estefanía Mercado con ataques personales y referencias al pasado. Campos, en lugar de defender su título con propuestas frescas y viables, prefirió atacar la administración de Laura Beristain, tratando de ocultar que su propio proyecto se basa en cifras maquilladas y promesas vacías.

MIENTRAS tanto, más austera en su presentación, pero con un punch verbal contundente, la candidata de Morena respondió con claridad y firmeza a cada embate. Mercado, cuya popularidad ha ido en aumento gracias a su capacidad para conectar con la gente, no necesitó de lujos para demostrar su valía. Su discurso se mantuvo enfocado en propuestas concretas, mostrando un dominio absoluto del cuadrilátero.

CAMPOS presumió haber elevado el presupuesto de 2.5 mil millones a 3.8 mil millones de pesos, olvidando mencionar que en realidad fue favorecida por la recuperación post-COVID en contribuciones y no por una gestión milagrosa. Su narrativa de “Lililandia” se desmoronó cuando Mercado le recordó que, si bien la ocupación hotelera está en niveles altos es porque se trata de un destino turístico que se vende solo. Y sus cuentas alegres sobre la buena percepción de seguridad y bienestar en el municipio, no son más que un espejismo.

EN CADA uno de los bloques del debate, ya fuera seguridad, combate a la corrupción o transparencia, Campos recurrió a la misma estrategia: golpear y correr. Las cámaras de vigilancia instaladas por su administración, mencionadas una y otra vez, fueron cuestionadas por su efectividad real. Pareciera que esas cámaras vigilan tanto como una toalla en la esquina del ring a punto de ser arrojada en señal de terminar la pelea.

ESTEFANÍA, por su parte, propuso un gobierno más cercano a la gente, con un enfoque en mejorar la movilidad, los servicios públicos y la transparencia. Su promesa de conectar 2 mil cámaras de vigilancia, mejorar las condiciones laborales de los policías y erradicar la corrupción a través de una aplicación digital, resonaron como golpes certeros que dejaron a Campos tambaleando.

EN UNA ESQUINA neutral, los otros candidatos en el debate se dedicaron a exponer sus propuestas de forma ordenada, resignados a la idea de que se trataba de un combate entre dos. Lili Campos terminó por parecer más la retadora que la campeona defensora del cinturón ganado hace tres años. En un combate donde se esperaba ver quién tenía el mejor proyecto para Solidaridad, lo que quedó claro es que Campos subió al ring sin un plan claro, más preocupada por atacar que por proponer.

EN CAMBIO, Mercado no sólo ganó el debate, sino que dejó a su oponente contra las cuerdas, evidenciando la falta de un proyecto alternativo al de la Cuarta Transformación. En este ring político, la victoria se la lleva quien sabe conectar con la gente y proponer soluciones reales, no quien llega en un carro de lujo y se dedica a tirar golpes bajos.

@Nido_DeViboras