NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

CUANDO hablamos del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), uno no puede evitar imaginar a un tucán, un ave colorida que parece inofensiva, pero que en el escenario político mexicano ha demostrado ser más bien una especie de ave de rapiña, siempre al acecho del poder y los beneficios que este le puede otorgar. Durante más de 24 años, ha vendido su franquicia política al mejor postor, cual mercader sin escrúpulos, aliándose con los ganadores de las elecciones para asegurarse un pedazo del pastel del poder.

LA HISTORIA de sus alianzas políticas son un vaivén de conveniencias. Primero, se alió con el PAN, luego con el PRI, y ahora con Morena. Cada alianza ha sido una transacción calculada para mantenerse relevante y, más importante, para obtener espacios de poder que le permitan hacer negocios turbios bajo el manto protector del gobierno de turno. Tan sólo en Quintana Roo, su evolución le permitió pasar de ser una fuerza política marginal a ocupar una posición significativa, principalmente gracias a su estrategia de compra masiva de votos .

EN 2018, con la candidatura de José Antonio Meade y en coalición con el PRI y el PANAL salióderrotadoen las elecciones presidenciales y apenas rebasó el 3% necesario de los votos para no perder su registro. Sin embargo, su suerte cambió dramáticamente al unirse a la coalición de Morena y el PT que fueron sus adversarios precisamente en esta batalla. Desde entonces, el PVEM ha sido un engranaje clave en la maquinaria electoral que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia y ha seguido cosechando los frutos de esta alianza.

DURANTE las elecciones más recientes, Claudia Sheinbaum arrasó en Quintana Roo, obteniendo más de 533 mil votos, de los cuales una porción significativa fue aportada por el PVEM. Esta alianza le permitió asegurar importantes espacios de poder, no por mérito propio, sino por la arrastrante fuerza de Morena. Así, el partido del tucán se ha convertido en una especie de parásito político, que vive y prospera gracias a su anfitrión, en este caso, Morena.

LA TÁCTICA del PVEM ha sido clara: aliarse siempre con el ganador y utilizar su influencia para colocar a sus candidatos en posiciones clave. Un ejemplo notable es el caso de Juan Carrillo Soberanis, cuya victoria en el Distrito 01 de Quintana Roo fue posible gracias al respaldo de Morena, a pesar de las denuncias de corrupción en su contra. El fuero que ahora ostenta y que se extenderá como diputado federal reelecto le ha permitido evadir las consecuencias legales de sus acciones.

SIN DUDA el Partido Verde ha sabido jugar sus cartas. En la elección de gobernadora de 2022, Mara Lezama Espinosa triunfó con una gran cantidad de votos, muchos de los cuales provinieron de este desprestigiado instituto político. Esta alianza estratégica no sólo aseguró la victoria de Lezama, sino que también consolidó a los verdes como una fuerza relevante en el Congreso local.

PERO, ¿qué implica todo esto para la democracia mexicana? Su constante metamorfosis, adaptándose y alineándose con diferentes partidos para sobrevivir y prosperar, es un reflejo de las debilidades estructurales del sistema político mexicano. En lugar de actuar como un contrapeso genuino, el PVEM se ha convertido en un símbolo de la política pragmática y oportunista, donde los ideales se venden al mejor postor y el interés personal prevalece sobre el bien común.

SIN ESCRÚPULOS, el Partido Verde Ecologista de México ha demostrado ser un maestro del camuflaje político. Su capacidad para reinventarse y aliarse con quien le conviene lo ha mantenido en el juego del poder, pero a un costo significativo para la integridad y la ética política del país. Como un tucán, puede parecer atractivo a simple vista, pero su verdadera naturaleza es la de un oportunista dispuesto a todo por mantenerse en la cima.

@Nido_DeViboras