Por KUKULKÁN
SI MÉXICO fuera un ring de box, la derecha ya estaría tirada en las cuerdas, jadeando, buscando un cómo para recuperar terreno. Y como toda buena mafia mediática, no se da por vencida: lanza golpes bajos, susurra mentiras, arma montajes… nada que ya no hayamos visto. Lo que sorprende es que sus patadas en lo oscuro se están volviendo tan absurdas que hasta se tropiezan con su propia mentira.
EL MÁS reciente episodio de esta tragicomedia fue el montaje del amparo: Andrés Manuel López Beltrán (“Andy”) y su hermano Gonzalo, hijos del expresidente AMLO, son acusados —por voceros opositores, medios ávidos de clics y “comentócratas”— de haber tramitado demandas de amparo ligadas al huachicol, órdenes de aprehensión, desaparición forzada, audios secretos… lo que sea que su imaginación conspirativa les sugiera.
PERO —oh sorpresa— Andy lo ha negado rotundamente todo. En una carta dirigida a militantes de Morena y al público, afirma que en ningún momento él ni su hermano tramitaron algún amparo. Que todo es “una operación mediática y judicial” para vincularlos con delitos. Otro montaje, pues. Sheinbaum no se quedó callada. La presidenta señaló que esos amparos aparecen en registros digitales sin firmas de los afectados, en varios estados, y que autoridades ya han denunciado usurpación de identidad —el abogado Juan Francisco Rodríguez Smith, supuesto firmante de uno de los amparos, dijo que ni conoce a los López Beltrán.
POR OTRO lado, Beatriz Gutiérrez Müller también ha sido blanco de estas fábulas: que si se mudó a España, que si su hijo Jesús Ernesto estudia en La Complutense, que si ya está tramitando ciudadanía extranjera. Todo absolutamente falso, desmentido puntualmente. Ella misma lo aclaró: vive en México, trabaja en una universidad pública mexicana. Pero los rumores sobreviven como zombis editoriales.
ESTO es el derechazo de la desesperación. ¿Por qué? Porque todas las demás falacias ya fueron despedazadas: los lujos inventados, los viajes exorbitantes, los discursos de corrupción que nunca terminan en pruebas firmes. Ya no queda mucho más que inventar, así que lo que resta es usar el viejo truco: nombrar delitos que suenan grave, vincular nombres, sembrar sospechas y confiar en que algo se pega o que algo cala.
Y HAY que reconocerlo: la estrategia tiene algo de eficaz si se mide en impacto mediático instantáneo. Pero en serio, este tipo de infamias ya huelen demasiado, ya están demasiado vistas. Los ciudadanos ya están recibiendo la colección completa de fake news, rumor tras rumor, montaje tras montaje. Y aunque algunos se lo crean, muchos otros ya reconocen la artesanía del engaño.
ANDY ha solicitado al Poder Judicial investigar los amparos falsos, que se sepa quién los puso, de dónde salió la filtración digital, qué intereses hay detrás. Sheinbaum exige lo mismo: la responsabilidad política, editorial, la demanda pública de honestidad. Gutiérrez Müller lo aclara una y otra vez. Moraleja: cuando mientes demasiado, hasta tus prestanombres empiezan a oler mal y te delatan.
PERO lo más importante de todo es lo que no dicen: no hay órdenes de aprehensión reales contra los hijos de AMLO, no hay evidencias claras que sostengan estas acusaciones —sólo filtraciones, documentos digitales apócrifos, supuestas demandas que aún ni se ratifican, firmas falsas, identidades usurpadas—. Y aquí, en El Nido de Víboras, creemos que lo que importa no es solamente demostrar inocencia —eso es evidente—, sino que este tipo de ataques sistemáticos revelan otra cosa: el pánico político de la oposición.
Y ES QUE cuando ya no tienes ideas, te quedas con rumores. Cuando ya no tienes respaldo social fuerte, recurres a linchamiento mediático. Cuando la popularidad te estorba, inventas conspiraciones. Habrá quienes digan que todo esto fortalece al movimiento: puede que sí, si la ciudadanía se cansa de la perfidia. Aunque también deja cicatrices políticas, desgaste institucional, generación de desconfianza. Que esa sea la factura para los que organizan estos shows: que les cueste caro mantener esta trayectoria de mentiras, que sean responsables, que dejen de lucrar con la difamación.