- Durante 2023 murieron en promedio al día 21 pacientes diagnosticadas con cáncer de mama.
STAFF / LUCES DEL SIGLO
CIUDAD DE MÉXICO.- En México, una de cada diez mujeres diagnosticadas con cáncer de mama muere. Es una cifra que, lejos de disminuir, sigue creciendo y muestra la deuda del sistema de salud con la detección oportuna y la atención integral de este padecimiento que cada año cobra más vidas.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2022 se registraron 23 mil 790 nuevos casos de cáncer de mama en personas mayores de 20 años, con una incidencia nacional de 27.6 por cada 100 mil habitantes.
Para 2023, las cifras se tornaron más alarmantes: 8 mil 34 defunciones relacionadas con este tipo de cáncer (21 mujeres al día en promedio), lo que equivale al 9% de todas las muertes por tumores malignos en el país.
La tasa de mortalidad nacional alcanzó 17.9 por cada 100 mil mujeres mayores de 20 años, lo que representa un incremento sostenido de 35.6% desde el año 2000. En aquel entonces, las defunciones eran poco más de tres mil.
Hoy, los estados con mayor mortalidad son Sonora (27.5) y Chihuahua (25.2) por cada 100 mil mujeres, mientras que Campeche (9.9) y Guerrero (11.0) registran las tasas más bajas.
Cada 19 de octubre, el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama recuerda la importancia de la detección temprana.
Sin embargo, las cifras evidencian que el cáncer está alcanzando a mujeres cada vez más jóvenes, muchas de ellas en etapas reproductivas o de desarrollo profesional.
El otro frente: salud mental y resistencia al tratamiento
El impacto no se mide sólo en números. Desde la sospecha hasta el diagnóstico y la terapia, el cáncer de mama deja una huella profunda en la salud mental y emocional de las pacientes.
La investigadora Flor Esmeralda Larios Jiménez, especialista en psicooncología, advierte que el miedo social a la enfermedad es todavía uno de los mayores obstáculos para acudir a tiempo a revisión médica.
“En el imaginario colectivo, cáncer equivale a muerte. Muchas personas no sienten que reciben un diagnóstico, sino una sentencia. Esa percepción genera sufrimiento y resistencia a someterse a tratamientos, y puede marcar la diferencia entre vivir o morir”, explica.
La adherencia al tratamiento —es decir, la constancia para seguir las terapias médicas— suele desplomarse después de una mastectomía, sobre todo en mujeres jóvenes, por el impacto que la pérdida de una glándula mamaria provoca en la autoimagen y la identidad femenina.
“La feminidad, la sensualidad y la maternidad están culturalmente asociadas al cuerpo. Perder una mama puede sentirse como perder parte de la identidad. A eso se suma la caída del cabello y otras secuelas visibles de la quimioterapia”, apunta la especialista.
Romper mitos, acompañar con información
La investigadora insiste en que la información clara y el acompañamiento psicológico son tan importantes como la medicina. La Norma Oficial Mexicana NOM-041-SSA2-2002, que regula la atención del cáncer de mama, reconoce el apoyo emocional como parte integral del tratamiento, aunque en la práctica pocas instituciones lo aplican con continuidad.
“Hay que explicar cada procedimiento —quimioterapia, radiación, cirugías— y preparar emocionalmente a las pacientes. Saber qué viene reduce la ansiedad y fortalece la decisión de continuar el tratamiento”, subraya Larios.
Entre las comorbilidades más comunes están la ansiedad y la depresión, detonadas por la incertidumbre, la pérdida de control sobre el cuerpo y el miedo al rechazo social. En mujeres jóvenes, además, los tratamientos hormonales pueden afectar la fertilidad, alterando proyectos de vida y maternidad.
Un problema que va más allá del cuerpo
El cáncer de mama no sólo es un reto médico, sino un reflejo de desigualdades estructurales. El desenlace de la enfermedad —diagnóstico tardío o falta de adherencia— depende muchas veces del nivel económico, el lugar de residencia y el acceso a servicios especializados.
“El cáncer se vive distinto según el contexto: no es lo mismo enfrentar la enfermedad con recursos, seguro médico y apoyo familiar, que hacerlo sola, sin empleo ni red de contención”, señala Larios.
La especialista insiste en que el enfoque debe ser integral: prevención, diagnóstico temprano, tratamiento y acompañamiento emocional. Y sobre todo, combatir la idea de que el cáncer es una sentencia.
“Se puede vivir con cáncer. Pero se necesita un sistema de salud que acompañe, una sociedad que escuche y un entorno que no estigmatice”, concluye.