José Luis Carrillo
Nadie duda que el final del sexenio pasado y el inicio del que encabeza Claudia Sheinbaum al frente de México no ha sido precisamente “miel sobre hojuelas”.
La actual mandataria lleva poco más de un año en el cargo y, lejos de vivir la tradicional “luna de miel” que suele acompañar a los gobiernos entrantes, pareciera atravesar una “luna de hiel” ante los constantes problemas que enfrenta.
Y como dicen en el rancho: “éramos muchos y parió la abuela”, tras la irrupción del expresidente Andrés Manuel López Obrador, cuyo mensaje es tan simple como complejo:
“Me fui, pero no me fui”.
Sin soslayar la grave crisis que enfrentamos en México —la ausencia de diálogo entre sociedad y gobierno, la inseguridad rampante o la economía debilitada por la volatilidad y amenazas de nuestro vecino del norte—, es necesario que los ciudadanos respiremos hondo y hagamos una pausa profunda para preguntarnos:
¿Qué estamos haciendo nosotros para ser parte de la solución y no del problema?
Es evidente que resulta más sencillo ver la “paja en el ojo ajeno” que la “viga en el propio”. Nos la pasamos criticando y descalificando todo lo que hacen los gobiernos, sobre todo el federal, sin detenernos a reflexionar que quienes gobiernan suelen ser el reflejo de lo que somos como sociedad.
¿O acaso nuestros gobernadores, alcaldes, diputados o la misma presidenta de la República vienen de otro planeta o pertenecen a otra especie?
Algunos ejemplos para ampliar el análisis —varios de ellos atestiguados personalmente en días recientes en centros comerciales de Monterrey—:
Mientras caminaba, una madre sostenía la mano de un menor de no más de ocho años. El niño, entre gritos ofensivos y altisonantes, no sólo amenazaba a su madre, sino que llegó al extremo de agredirla físicamente, mientras los testigos observábamos la escena con preocupación.
Días después, en una plaza de San Pedro Garza García, otra madre luchaba literalmente para contener a su pequeña hija, quien también recurrió a la violencia física para intentar obligarla a cumplirle caprichos de índole comercial.
“Te he dicho que no me pegues”, decía la madre con impotencia, confirmando que no era la primera vez que sufría agresiones.
Otro caso: en una plaza comercial al sur de Monterrey, largas filas se formaban horas antes de la apertura de una conocida tienda de maquillaje. La mayoría eran niñas menores de diez años acompañadas por sus madres, listas para comprar productos no recomendados para su edad.
¿Quieren más ejemplos?
En el famoso Festival Pal’ Norte es común que algunos colegios privados compren grandes cantidades de boletos para las primeras filas y lleven a menores de edad a un evento claramente dirigido a adultos, donde los excesos están normalizados.
Y el colmo: lo sucedido recientemente en San Pedro Garza García —el “municipio modelo”—, donde más de 400 menores fueron entregados a sus familias tras ser descubiertos en una fiesta supuestamente destinada a adultos.
La policía “reventó” un festejo masivo donde circulaban alegremente alcohol, drogas y dinero en efectivo (pesos y dólares). Once adultos fueron detenidos, la mayoría guardaespaldas que “cuidaban” a los menores mientras algunos padres estaban en Texas aprovechando las ofertas del Black Friday.
La mayoría de los adolescentes tenía entre 14 y 17 años y había rentado una finca a través de una aplicación.
“La mayoría se encontraba en aparente estado de ebriedad y sin posibilidad de comunicarse con sus familiares”, informó la policía de San Pedro mediante un comunicado.
El organizador fue detenido y se comprobó que no era la primera vez que realizaba este tipo de eventos, promocionados en redes sociales, con ganancias de hasta medio millón de pesos por cada fiesta ilegal.
Un dato revelador: ante la ausencia de decenas de padres, fueron los abuelos quienes acudieron a recoger a sus nietos alcoholizados.
¡Saque usted sus propias conclusiones! Pero es claro que no estamos enseñando a nuestros hijos a manejar la frustración y solo atinamos a cumplir sus demandas caprichosas.
¿De verdad los culpables de estas situaciones son Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto, Claudia Sheinbaum, Manolo Jiménez, Samuel García, Mara Lezama y muchos más?
Ellos solo administran los recursos públicos. Quienes formamos a los nuevos mexicanos somos nosotros, en nuestras familias.
¿Seguiremos evitando la responsabilidad y juzgando siempre a otros?
¿A qué hora les ayudamos?




