México, sin influencia en manejo del Covid

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México, sin influencia en manejo del Covid
  • Bloomberg enlistó 53 países de los cinco continentes y llegó a la conclusión de que el peor lugar del mundo para estar durante la pandemia era México.
FERNANDO MARTÍ / CRONISTA DE LA CIUDAD

CANCÚN, Q. ROO.- CUARENTEMAS / En noviembre del año pasado, el gigante de la comunicación Bloomberg dio a conocer algo que podría llamarse una tabla de posiciones (ranking) con un título peculiar: Los mejores y los peores lugares para estar en el Covid.

Tomando en cuenta unos pocos datos clínicos (casos por millón, tasa de mortandad) y de calidad de vida (cobertura de salud, índice de desarrollo humano, pronóstico de crecimiento 2021), la revista enlistó 53 países de los cinco continentes y llegó a la conclusión de que el peor lugar del mundo para estar durante la pandemia era México.

De acuerdo con esa agencia, México tiene un pésimo desempeño en algo llamado puntuación de resiliencia Bloomberg (una fórmula cuyos componentes no se explican en el texto), que le permiten afirmar que los habitantes de Nigeria y de Bangladesh son más felices y corren menos riesgos que sus pares mexicanos quienes, más que vivir, sobrevivimos en la antesala del infierno.

La publicación asegura que actualizó los datos en enero y el resultado no varió, pues México siguió ocupando el sótano de este siniestro medallero pandémico, el lugar 53.

No habría que hacerle demasiado caso a esta suerte de contabilidad deportiva de la epidemia, si no fuera porque tiene un efecto devastador en la opinión pública, pues los medios de comunicación reproducen, en forma mecánica y acrítica, cuanta basura generan las agencias de noticias. La semana pasada otra encuesta de dudosa metodología, patrocinada por un organismo australiano de profesión ultraconservadora, el Instituto Lowy, colocó a México no en el último, pero sí en el penúltimo lugar de su tabla (sólo encima de Brasil), pero eso no significa ninguna mejoría, pues la lista de países no era de 53, sino de 98 (y ahí quedamos muy por abajo de Ruanda, Togo, Libia y Etiopía).

Este es un claro abuso de los medios de comunicación, los globales y los locales, que están empeñados en hacer periodismo amarillista (quizás para competir con las redes sociales), y también están obsesionados en su pleito con el Presidente de México, López Obrador, pero los mexicanos no necesitamos que nadie nos diga que el gobierno ha manejado mal la pandemia, porque lo sabemos de sobra: más que desastrosa, la gestión del bicho ha sido catastrófica.

No tiene sentido hacer un recuento de los yerros, que se han dado en racimo y en cascada. Hoy, a casi un año del inicio del flagelo, tenemos un gobierno incapaz de diseñar un programa de vacunación (a pesar de que México es líder continental en ese rubro), un vocero que ha perdido toda credibilidad (López-Gatell, ahora reportando desde casa con lentes oscuros), un sistema hospitalario colapsado, una población que no tiene ni la más remota idea de cómo y cuándo podrá vacunarse, y un ambiente político envenenado por la próxima elección.

Este último dato no es menor: el Covid-19 y el lamentable desempeño de la 4T van a ser, si no los únicos, sí los temas nodales de la campaña.

Mas hay un axioma que dice que las cosas nunca están tan malas para que no puedan ponerse peor (ley de Murphy, extensión de Gatusso). Y, en efecto, van mal y tiran a peor. Para los lectores atentos, hubo muchas noticias la semana pasada que realmente pueden complicar el purgatorio actual.

Primero que nada, las farmacéuticas no están cumpliendo con las cuotas de producción ni con las fechas de entrega. Pfizer anda por debajo del 50 por ciento, y AstraZeneca no va mejor. Muchos países se están rezagando en sus calendarios de vacunación por falta de ampolletas. Estados Unidos, que esperaba recibir 80 millones de dosis de Pfizer en enero, tuvo que conformarse con 31. De esas, se han aplicado más de 27 millones, de modo que esta semana se van a terminar.

A mediados del mes, la FDA aprobó la vacuna de Moderna, y en cualquier momento obtendrá el visto bueno la de AstraZeneca (ya autorizada por la Unión Europea), pero Nueva York y otros estados han suspendido su programa de citas por falta de producto. En ese marco, Joe Biden anunció que su gobierno adquirirá 200 millones de dosis adicionales y que toda la población debe vacunarse antes del otoño, lo cual significa que los laboratorios americanos no tendrán capacidad para exportar (aunque hayan firmado contratos).

Europa no está mejor. Ningún país, salvo Gran Bretaña, ha logrado inocular a más del tres por ciento de su población (Alemania, 2.2 millones; Italia, 1.79; España, 1.47; Francia, 1.35), y el hecho de que la pérfida Albión vaya mejor (8.36 millones) no es tan buena noticia, pues lo ha logrado acaparando los pedidos de Pfizer (el socio científico del laboratorio fue la Universidad de Oxford). El martes, la Comisión Europea amenazó con bloquear la exportación de vacunas hasta que las farmacéuticas honren sus compromisos europeos, lo cual podría bloquear o entorpecer el suministro al resto del mundo.

Ahí se encuentra México. Pfizer ya nos quedó mal, pero la opacidad en las cifras oficiales impide saber cuántas dosis hemos recibido y cuántos mexicanos se han vacunado. Según el sitio estadístico Our world in data empezamos a vacunar el 28 de diciembre, y el 11 de enero arrancó la vacunación masiva, pero una semana después las dosis empezaron a escasear y la curva se colapsó. A la fecha, México ha aplicado unas 650 mil vacunas, protegiendo a la mitad del uno por ciento de la población.

Eso explica la urgencia del gobierno de México de conseguir el fármaco en donde sea y la llamada directa de Andrés Manuel, aún enfermo de Covid-19, al presidente ruso Vladimir Putin, que culminó con la promesa de enviarle 20 millones de dosis de la Sputnik V.

Todo esto tiene arreglo, por supuesto, pero no se necesitan muchos dedos de frente para concluir que el gobierno de México, ya sea por la informalidad de los laboratorios, ya sea por su propia desorganización, no va a poder cumplir con su programa de vacunación. De hecho, no pudo vacunar a todo el personal médico en enero, y aunque sigue sosteniendo que todos los mayores de 60 años recibirán su dosis para marzo, es poco probable que eso suceda. Los próximos atrasos, más el trafique de ampolletas (inevitable cuando el sector privado obtenga sus dosis), más la inconformidad de los gobernadores, más las ganas de pegarle a López Obrador (aunque estén justificadas), de seguro van a envenenar la inminente campaña electoral, y de alguna manera le pasarán factura al régimen.

En cuanto a Cancún y el Caribe mexicano, hay motivos adicionales de preocupación. La semana pasada, los cierres de frontera y las restricciones al tráfico se volvieron recurrentes. Tiene razón López-Gatell cuando dice que no tendría ningún efecto cancelar los vuelos procedentes de Reino Unido, porque la cepa británica del bicho ya está entre nosotros. Mas es discutible que la solución sea dejar las fronteras abiertas, porque nos pueden llegar nuevas cepas, todavía desconocidas, de cualquier rincón del mundo.

De momento, aparte de la cepa china, hay tres mutaciones que han probado ser altamente contagiosas (la británica, la brasileña y la sudafricana), pero no hay ninguna garantía de que no puedan surgir otras.

La respuesta global ha consistido en restringir los viajes, incluso los domésticos. Italia, lo mismo que Cataluña, prohibió los desplazamientos de pueblo a pueblo. Francia cerró sus aeropuertos al tráfico ajeno a la Unión Europea, y España exige ahora una prueba PCR a los viajeros mexicanos. Canadá, por su parte, prohibió los vuelos directos hacia México y el Caribe, con lo cual cancela de tajo nuestro segundo mercado proveedor de turistas. En medio de esta tendencia al encierro nacional, México sigue siendo uno de los pocos países que no ha impuesto restricciones al ingreso de turistas, posición que le ha generado muchas críticas al gobierno, pero ningún reconocimiento por parte de la industria.

Como sea, a estas alturas del partido, el factor clave será la posición de los Estados Unidos, el único mercado extranjero que nos sigue mandando turistas en cantidad. Desde su primer día como presidente, Joe Biden mencionó la posibilidad de imponer una cuarentena a los viajeros que ingresen al país por avión.

Los opositores argumentan que no hay razones sanitarias que justifiquen la medida, y en cambio, habría muchos perjuicios económicos, pero ese alegato desestima que la decisión, en caso de llegar, será política, un recurso para tranquilizar a la opinión pública, pues es evidente que el virus seguirá cruzando tan tranquilo la frontera.

No hay duda que la 4T ha tenido un desempeño errático y titubeante en la gestión del coronavirus, pero hay que aceptar que en la dispersión global de la pandemia y en las herramientas para superarla, dada su condición de país periférico y tercermundista, México, tristemente, no tiene ninguna influencia ni control. 

Recuento de daños

Con ánimo treintañero, Jeb y Erika Karlsson decidieron que no era buena idea pasar todo el invierno en su lugar habitual de residencia, la gélida ciudad de Mineápolis, situada al norte de los Estados Unidos, casi en la frontera con Canadá. Invierno es un decir, porque la nieve en la zona empieza a caer en octubre, y suele prolongarse hasta abril, de modo que son pocos los meses en que sus habitantes pueden disfrutar un paisaje digno de tarjeta postal: bosques interminables y robustos, salpicados por más de diez mil lagos.

Como desde hace muchos meses hacen home office, ella en su profesión de pedagoga (enseña a maestros a dar clases en línea, contratada por una ONG educativa), él como abogado (trabaja para el bufete más grande de Minnesota), en diciembre la pareja decidió seguir trabajando en una atmósfera menos refrigerada y, diciendo y haciendo, rentaron por AirB&B una villa en Cancún para pasar completo el mes de enero.

El Caribe mexicano les fascinó. Turistas inquietos, trataron de mantener su disciplina de trabajo, pero cada día se daban maña para ir a la playa (que para ellos estaba calientita), para descubrir los secretos de los tamales y los tacos, para comprar artesanías, para esnorquelear en Isla Mujeres, para trotar en la ciclopista. Con el mismo ánimo, rentaron un coche para visitar las ruinas arqueológicas y explorar un poco los alrededores.

Con mucha pena, me siento en el deber de informar que esas experiencias no fueron tan felices. La primera: cuando regresaban de pasar unos días en Tulum, fueron detenidos en el retén que se encuentra a la entrada de la ciudad, justo antes del aeropuerto. Al ver que el coche era rentado y asumir que eran turistas (ambos son güerísimos), un agente les indicó que se orillaran. Tras revisar sus documentos, les preguntó si llevaban en el vehículo cocaína o mariguana, cosa que ellos negaron con vehemencia. El agente advirtió que tenía que revisar el vehículo: les ordenó abrir la cajuela y permanecer en el interior.

Durante los siguientes diez minutos, todas las maletas de la pareja fueron abiertas y revueltas, en búsqueda vergonzosa del botín. Al final los dejaron ir, pero llegando a casa, al revisar su equipaje, descubrieron que habían desaparecido un alhajero portátil con aretes y pulseras, y 200 dólares que Jeb guardaba en una bolsa de viaje.

Como buenos gringos, entre divertidos y asustados quisieron denunciar el atropello. Su casera AirB&B los persuadió de no hacerlo: no va a servir de nada, solo vas a perder tiempo, les dijo. La experiencia no los arredró para seguir viajando, así que a los pocos días volvieron a tomar carretera, esta vez rumbo a la Ruta de los Cenotes. Ya de salida, en el Bulevar Colosio se les emparejó la motocicleta de un agente de tránsito, con la indicación de detenerse. El oficial colocó su moto frente al coche, mientras otro agente se colocaba en la parte de atrás, en posición de evitar una improbable huida. Van al aeropuerto, preguntó el gendarme. No le gustó la respuesta: vamos a los cenotes.

Otra vez licencia y pasaporte, otra vez abrir la cajuela, hasta que el hampón uniformado les informó que tenían que acompañarlo a la delegación, pues circulaban a 120 kilómetros por hora. Jeb lo negó, discutió, reclamó, pero al final dijo la palabra mágica: está bien, vamos a la delegación. Entre tanto Erika, escamada del primer incidente, llamó a su casera, quien le instruyó a tomar fotos con su celular de las motos y los agentes. Resultado: los dejaron ir.

El modus operandi de esta mafia consiste en detener turistas que vayan al aeropuerto y que no tengan posibilidad de ir a la delegación, so riesgo de perder el vuelo. Ahí sí, con todo descaro, ejercen la mexicanísima institución de la mordida, dejándose pedir de cinco mil pesos para arriba (pueden transar por tres, no menos, o por doscientos dólares, pues aceptan divisas), y hay casos documentados en donde estos rateros oficiales escoltan a sus víctimas hasta el cajero más cercano si no llevan encima suficiente efectivo.    

En los Diarios de las últimas semanas, dediqué mucho espacio a describir los formidables esfuerzos que está haciendo Quintana Roo, lo mismo el gobierno que la industria, para atraer turistas y conservar los flujos en el complicadísimo entorno de la pandemia. Mas todo el conjunto de lo bueno (la operación del aeropuerto, los convenios con las aerolíneas, los protocolos con los hoteles, las campañas de uso del cubrebocas), se vuelven humo cuando un delincuente asalta con tanta impunidad a los visitantes.

Además, el asunto tiene un agravante: eran agentes de la ley. Son policías que dependen de una autoridad (presidente, gobernador, alcaldesa), y es inaceptable que se echen mutuamente la culpa, que toleren y encubran esos atracos, que se volteen para otro lado. Así, no hay manera de creer que ellos sí son gobernantes honrados y que están empeñados en la lucha contra la corrupción. 

La vida sigue

En línea con las promesas de campaña de Joe Biden, los legisladores demócratas introdujeron una iniciativa de ley para elevar los salarios mínimos en todo el territorio de los Estados Unidos. A partir de 2021, el salario por hora será de nueve y medio dólares, pero seguirá aumentando año con año, hasta alcanzar 15 dólares en 2025, cuando concluya la administración demócrata. De acuerdo con la bancada del presidente, la medida está encaminada a proteger a los trabajadores peor pagados del país.

A la larga, esa medida puede tener un rebote en el Caribe mexicano, pues uno de sus apartados consiste en eliminar los salarios con propina (tipped wages), que a juicio de los legisladores son abusivos y violatorios del derecho laboral. Si la ley se aprueba (y los demócratas cuentan con suficientes votos para hacerlo, sin apoyo republicano), los patrones tendrán que pagar el salario mínimo íntegro, y no podrán supeditarlo a la generosidad de sus clientes.

Entre sus alegatos, la iniciativa señala que los trabajadores no pueden hacer nada para incrementar las ventas del negocio (salvo atender bien a los consumidores, pero esa conducta no es determinante), y que sus ingresos no pueden vincularse a esa variable. Como ejemplo, señalan que sería ilógico que los obreros de la industria automotriz (o de cualquier otra), fueran retribuidos con una cuota que en forma voluntaria pagaron los compradores de coches. El obrero, apuntan, trabaja para la empresa, que es el patrón, no para el público. Entonces, los salarios de los trabajadores los debe asumir la empresa, no los consumidores.

En los Estados Unidos, la costumbre de integrar las propinas al salario es propia de la industria de la hospitalidad (hoteles y restaurantes, sobre todo), pero también se registra en las compañías de taxi, en los casinos, y en oficios marginales como los empacadores del supermercado y los acomodadores de autos.

En Cancún, esa práctica viciosa se ha llevado al extremo, pues a veces constituye las tres quintas partes del ingreso de los empleados. Además, muchos establecimientos lo manejan como un ingreso propio del negocio, y lo reparten a su criterio entre todos los empleados de la empresa, y no únicamente entre quienes están en contacto con el público. Ni qué decir que en el año de la pandemia esas propinas desaparecieron, haciendo evidente que Quintana Roo también es líder nacional en “precariedad laboral”.

Que el Congreso de los Estados Unidos elimine los salarios con propinas parece un tema lejano para los hoteles de Cancún, pero hay que recordar que tenemos firmado un Tratado de Libre Comercio con el vecino país y que no hace mucho las ensambladoras de autos mexicanas fueron obligadas a incrementar sus salarios porque, aun siendo legales, el diferencial con los salarios americanos era excesivo. Con ese mismo argumento, la exigencia de terminar en México con los salarios con propinas puede provenir de la competencia. Falta tiempo para ello, pero no está de más recordar aquel viejo adagio que reza que cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.

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