- Advierte diputado Renán Sánchez que la falta de control y de reglas claras en la operación turística amenaza al ecosistema y la economía local.
STAFF / LUCES DEL SIGLO
BACALAR, Q. ROO.- Conocida mundialmente como la Laguna de los Siete Colores, Bacalar es uno de los ecosistemas más valiosos de México.
Su singularidad geológica, su riqueza biológica y su valor histórico y cultural la colocan como un patrimonio natural de relevancia global.
Sin embargo, hoy enfrenta un escenario crítico: la contaminación, el turismo descontrolado y la falta de regulación ponen en riesgo su supervivencia.
La laguna se extiende a lo largo de 60 kilómetros y, gracias a su origen kárstico, alberga un sistema hídrico único que conecta ríos subterráneos, cenotes y humedales.
Entre sus tesoros se encuentran los estromatolitos, estructuras formadas por cianobacterias que representan algunas de las formas de vida más antiguas del planeta y que son esenciales para la producción de oxígeno y la salud del ecosistema.
A pesar de su relevancia, Bacalar enfrenta presiones crecientes. En los últimos quince años, el turismo transformó a este antiguo poblado rural en un destino internacional.
La construcción de hoteles, el crecimiento inmobiliario y la llegada masiva de visitantes generaron desarrollo económico, pero también impactos negativos: vertimiento de aguas residuales, deforestación de manglares y erosión de orillas. A esto se suma la proliferación de motos acuáticas y embarcaciones motorizadas que operan sin regulación, generando ruido, contaminación y daños directos al ecosistema lagunar.
En este contexto, el diputado del Partido Verde, Renán Sánchez Tajonar, anunció una iniciativa para fortalecer la protección de la laguna. El legislador advirtió que la falta de control y de reglas claras en la operación turística amenaza no solo al ecosistema, sino también a la economía local que depende de la preservación de la laguna como atractivo natural. “Hoy nuestra prioridad es Bacalar, porque la laguna está en riesgo: las motos acuáticas circulan sin control, la contaminación crece y la laguna se está muriendo”, expresó.
El llamado no es aislado. En 2025, vecinos y organizaciones ambientales lograron frenar temporalmente la construcción de una casa de retiro para militares en la ribera de la laguna, aunque la obra continuó pese a la suspensión judicial. El caso evidenció la fragilidad institucional frente a intereses económicos y políticos que chocan con la conservación ambiental.
Bacalar no es solo un paisaje de postales turísticas. Es, además, un sitio cargado de historia. Su nombre maya, Sian Ka’an Bakhalal, significa “nacimiento del cielo rodeado de carrizos”. Fue fundado en el año 415 d.C. y ha sido testigo de episodios clave, como los ataques piratas que motivaron la construcción del Fuerte de San Felipe en el siglo XVII. Su herencia cultural se entrelaza con la riqueza natural, convirtiéndolo en símbolo de identidad para Quintana Roo.
Hoy, la pregunta es cómo conciliar el desarrollo con la conservación. Mientras sectores del turismo apuestan por modelos de crecimiento acelerado, ambientalistas y comunidades locales insisten en que la única manera de garantizar el futuro económico de Bacalar es proteger su laguna. Si los siete colores desaparecen, con ellos se perderá el principal motor de la región.
La iniciativa anunciada por Sánchez Tajonar busca abrir la discusión legislativa sobre la regulación de actividades acuáticas, el manejo sustentable del turismo y la protección estricta de zonas sensibles. “Defender la Laguna de Bacalar es defender a nuestras familias, a nuestra economía y al medio ambiente”, aseguró el diputado.
La urgencia es clara: Bacalar no puede esperar más. La conservación de la Laguna de los Siete Colores no es un lujo ni un tema secundario. Es un desafío inmediato que definirá si Quintana Roo será capaz de preservar uno de los ecosistemas más valiosos del país o si permitirá que la codicia y la omisión lo conviertan en un recuerdo más de lo que alguna vez fue un paraíso natural.