- Dos niños de la comunidad San Pedro Cuitlapan, celebraron una boda “simbólica” frente a varios invitados en la región de la Costa Chica de Guerrero.
STAFF / AGENCIA REFORMA
MONTERREY, NL.- Dos niños de la comunidad San Pedro Cuitlapan, en el municipio de Tlacoachistlahuaca, celebraron una boda “simbólica” frente a varios invitados en la región de la Costa Chica de Guerrero.
La fiesta entre un niño de 13 y una niña de 14 años de edad, los cuales previo a la celebración ya vivían juntos, se realizó el pasado domingo y fue presumida por los habitantes.
“Un aplauso a los padres de la novia, el señor Andrés Díaz Severo, y a la señora Antonia García Santiago”, se escucha decir al maestro de ceremonias en un video, mientras los dos niños bailaban un vals, ella vestida de blanco y él de traje gris claro con sombrero de palma.
A nivel federal se estableció en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (Lgdnna) los 18 años como edad mínima para contraer matrimonio.
Violeta Pino, secretaria de la Mujer de Guerrero, dijo que en este caso no hubo un acto formal de casamiento en el Registro Civil, sino solamente el evento social.
“Ellos ya vivían juntos y lo que se hizo por parte de los padres es hacer una fiesta como un acto social en el que a ella la visten de blanco. No hubo boda por la iglesia, fue un acto simbólico”, dijo en entrevista.
La activista Herlinda Tiburcio Cayetano, originaria de Tlacoachistlahuaca, afirmó que los matrimonios entre niños y su venta se ha normalizado en las comunidades indígenas.
“Lo que ocurrió en San Pedro Cuitlapan pasa en todas las comunidades de Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca, porque a mí me ha tocado ver y denunciar los casos ante las autoridades, pero nunca me hacen caso”, aseguró.
La activista advirtió que ha sabido de matrimonios forzados de niños en comunidades como Jicayán de Tovar, Huehuetonoc, Guadalupe y Yoloxóchitl, ésta última de la que es originaria.
Tiburcio Cayetano aseguró que ha confirmado que oriundos de Guerrero que residen en Estados Unidos compran niñas pagando entre 400, 500 y hasta 600 mil pesos.
“La gente que vive en Estados Unidos deposita el dinero a los padres de la niña y ésta es enviada a ciudades fronterizas, donde el comprador paga al contrabandista de migrantes para que ella ingrese a Estados Unidos”, relató.