La Generación que Despertó

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Sergio León Cervantes

México presenció algo más profundo que una marcha juvenil con banderas de anime. Presenció el despertar emocional de una generación que dejó de callar el miedo. La Generación Z no apareció para tomar el poder ni para derrocar instituciones; apareció porque el país que les heredamos les obliga a vivir entre la violencia y la incertidumbre.

Muchos preguntan por qué no surgieron durante la reforma al Poder Judicial, uno de los cambios legislativos más delicados de las últimas décadas. La respuesta es clara: la Gen Z no se moviliza por instituciones, se moviliza por emociones. La inseguridad sí afecta su vida diaria; la reforma constitucional, no. Los datos lo respaldan: en los últimos 10 años, México ha acumulado más de 350 mil homicidios, y hoy 7 de cada 10 jóvenes afirma sentir miedo de caminar solo en su ciudad. La muerte del alcalde de Uruapan fue para ellos la gota que derramó el vaso.

Por eso, el 15 de noviembre, aunque solo reunió alrededor de 17 mil asistentes en la CDMX y contingentes menores en más de 50 ciudades, tuvo un impacto simbólico mayor que su tamaño. Detrás de la estética de One Piece había un mensaje contundente: “Tengo miedo, pero ya no quiero agachar la cabeza”. Y ese mensaje —aunque no llene plazas— llena un vacío generacional que México ha ignorado por años.

No hay líderes visibles. No hay estructura formal. No hay partido detrás. Esa ausencia, lejos de ser debilidad, explica por qué este movimiento es auténtico. Surge de una generación que creció desconfiando de todo: partidos, instituciones, discursos oficiales. De hecho, según la Encuesta Nacional de Juventud, solamente el 9% de los jóvenes confía en los partidos políticos, y el 84% cree que el gobierno no los escucha. Por eso no buscan ser representados; buscan ser reconocidos.

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Quienes participamos en la vida pública debemos entender que el papel correcto no es subirse a su causa, sino acompañarla con respeto. Acompañar significa escuchar su dolor sin minimizarlo. Significa reconocer que su lucha nace del miedo, no de la polarización. Significa traducir sus demandas en propuestas reales: seguridad, justicia, oportunidades. Significa darles voz sin apropiarnos de ella.

Porque este movimiento no cambiará gobiernos, pero sí cambiará generaciones. Para 2027, la Gen Z será un tercio del electorado, con entre 22 y 24 millones de potenciales votantes. Si su participación crece tan solo 10 puntos —como ocurrió en Chile, Perú y Corea del Sur tras olas juveniles similares— México podría ver entre 2.5 y 4 millones de votos adicionales provenientes de jóvenes. No son votos para un partido: son votos para quien entienda su miedo, su lenguaje y su visión de futuro.

Por eso, hoy más que nunca, la misión no es dirigirlos.

Es escucharlos.

No es representarlos.

Es abrirles espacio.

No es usar su dolor.

Es darle sentido y ruta.

Si esta generación despertó por miedo, que México responda con esperanza.

Porque ellos no marcharon para destruir un país.

Marcharon para recordarnos que todavía vale la pena construirlo.

¡Hasta la próxima semana, con nuevos retos y oportunidades!

Sin miedo a la cima, que el éxito ya lo tenemos.

X: @Oigres14 | IG: @sergioleoncervantes | Email: sergioleon@sergioleon.mx

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