José Luis Carrillo
“Irritación grande que se manifiesta ostensiblemente, sobre todo en los niños”, dice la explicación sencilla de lo que los mexicanos identificamos como “berrinche”.
Y no me refiero a los hechos por el primer ser humano que pobló la Tierra, según la Biblia, cuando su pareja, Eva, le confesó haber comido la fruta del árbol prohibido.
Me refiero a un personaje muy cuestionado recientemente, que parece no sentirse para nada “a gusto” con lo que acontece, no solo en “el Edén” tabasqueño, sino en su presente y futuro político.
Quienes lo conocen desde niño —y convivieron con él en la colonia Galaxia, en Villahermosa— aseguran que su principal característica era precisamente su poca tolerancia para enfrentar lo que no le agradaba, reaccionando con rabietas.
Por lo mismo, lo sucedido hace unos días, cuando 400 diputados y senadores de Morena, el Partido Verde y el Partido del Trabajo acudieron a refrendar su respaldo a la presidenta Claudia Sheinbaum en Palacio Nacional, llamó la atención de varios testigos.
Conviene resaltar que, desde la entrada, los asistentes fueron “invitados” —por no decir obligados— a dejar sus teléfonos móviles en la puerta del recinto. La excepción fue la senadora Andrea Chávez Treviño, quien supo evadir la medida y, después de tomar varias imágenes y sus respectivas selfies, guardó discretamente el aparato dentro de su bolsa.
“Lo voy a guardar antes de que me regañen…”, alcanzó a decir entre risas de sus cercanos.
Según la versión de varios testigos, mientras se nombraba a los coordinadores de las bancadas de la coalición, el tabasqueño permaneció alejado del grupo.
Sin embargo, no queda claro si lo hacía como mera estrategia política, aplicando aquella máxima de “brillar por su ausencia”, o si buscaba observar mejor el panorama para darse cuenta de cómo los legisladores formaban sus propios grupos dentro del grupo.
Ricardo Monreal, de Morena; Manuel Velasco, del PVEM; Alberto Anaya, del PT; y los otros coordinadores de ambas cámaras fueron llamados a integrar el presidium, momentos antes de la llegada de la presidenta.
Sin embargo, a pesar de ser llamado, el personaje incómodo hacía como que “la virgen le hablaba” y no respondía al llamado.
Fue entonces cuando la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, se acercó a él para iniciar un diálogo breve… respetuoso, pero ríspido.
Y, cuentan los testigos, justo cuando parecía haberse agotado la paciencia de la posible candidata a gobernadora de San Luis Potosí, ella lo tomó firmemente del brazo izquierdo para prácticamente llevarlo hacia el estrado.
“La chaparrita”, como la llaman afectuosamente por su trato amable y siempre respetuoso, según varios miembros del gabinete y de ambas cámaras, demostró en pocos segundos que sabe sonreír… y ordenar.
Varios legisladores y legisladoras, de manera sutil, hicieron comentarios entre ellos que reafirmaron la molestia y la actitud “berrinchuda” de un hombre que creyó que, dadas sus fortalezas financieras y alianzas fácticas, sería presidente de México.
¿Lo aquí relatado será verdad o será política ficción?
Solo los miembros del selecto grupo de los 400 podrían confirmarlo o desmentirlo.




