- Trump: el “negociador” que presumía poder detener la muerte de rusos y ucranianos con una sola llamada, ahora endurece el discurso, advierte sobre enemigos globales y no descarta una intervención directa contra Irán
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando Donald Trump prometió en campaña que pondría fin a la guerra de Ucrania en “24 horas”, muchos pensaron que exageraba. Otros, que tenía un as bajo la manga. Seis meses después de asumir el cargo, el conflicto sigue vivo, los frentes no han cambiado, y la diplomacia estadounidense parece moverse con la misma parsimonia que en los tiempos de sus antecesores.
Pero lo más sorprendente no es que la guerra en Ucrania siga. Lo es el cambio de tono del propio Trump: el “negociador” que presumía poder detener la muerte de rusos y ucranianos con una sola llamada, ahora endurece el discurso, advierte sobre enemigos globales y no descarta una intervención directa contra Irán, en apoyo a Israel, que ha retomado bombardeos tras ser blanco de ataques.
La evolución no fue abrupta, sino progresiva. En sus primeros 100 días de gobierno, su enviado especial, el general retirado Keith Kellogg, suavizó la retórica: ahora, el objetivo era lograr un acuerdo “en 100 días”. Trump mismo, cuando fue cuestionado sobre la promesa inicial, se justificó con una sonrisa: había sido, dijo, una “broma sarcástica”.
Pero en diplomacia, las bromas no detienen guerras.
Desde Europa, los gestos no pasaron desapercibidos. En medios como Financial Times, analistas y exdiplomáticos advirtieron que Washington estaba virando hacia una postura ambigua. Apoya a Ucrania, pero sin romper con Moscú. Un equilibrio que muchos ven menos como estrategia y más como desconcierto. Un exdiplomático británico lo resumió sin eufemismos: “Trump jugó con Europa como si fuéramos tontos”.
Los think tanks especializados en seguridad internacional, como Chatham House, fueron más allá: alertaron que una solución “rápida” podría ser un regalo estratégico para Putin. Un acuerdo mal diseñado podría consolidar sus avances, fracturar a Ucrania y erosionar la seguridad europea en el largo plazo.
Mientras tanto, Trump mantiene el aparato de sanciones contra Rusia y continúa enviando ayuda militar a Ucrania. Pero cada declaración pública refleja menos interés en Ucrania y más en los “costos” para Estados Unidos. La retórica de “América primero” reaparece con más fuerza: si no beneficia directamente a EE.UU., la paz es secundaria.
Y en esa transición, el lenguaje de la no intervención ha dado paso al lenguaje del desafío militar. Trump ha endurecido su postura respecto a Irán, país que ha sido parte del ajedrez regional en Medio Oriente por décadas. En apoyo a Israel —envuelto en una nueva escalada tras ataques a su territorio—, el presidente estadounidense no descarta represalias “decisivas” contra Teherán si considera que la estabilidad regional o los intereses israelíes están en riesgo.
Ese giro hacia una política exterior más beligerante coincide con el regreso de influyentes figuras del ala neoconservadora al círculo de asesores de seguridad de Trump. Voces que impulsan respuestas más agresivas, mayor presencia militar en zonas de conflicto y que ven la diplomacia como un medio, no como un fin.
Para sus críticos, el cambio no sorprende. Trump, afirman, instrumentalizó la paz como lema de campaña, no como objetivo real. Su gestión actual revela que la supuesta voluntad de reconciliación fue útil para ganar votos, pero que en el poder, las decisiones responden a lógicas más tradicionales: mantener hegemonía, proteger aliados estratégicos y confrontar enemigos geopolíticos con músculo militar.
Para el mundo, la pregunta ya no es si Trump traerá la paz, sino cuántos frentes más se abrirán mientras persiste la guerra en Ucrania, se recalienta el conflicto con Irán y aumentan las tensiones con China.
De pacificador exprés a comandante en alerta, el viraje de Trump no sólo marca el tono de su presidencia, sino que redefine el papel de Estados Unidos en un escenario internacional cada vez más fragmentado, donde las promesas de paz se disuelven al primer disparo.