Por KUKULKÁN
LA HISTORIA de Morena y sus principios se parece cada vez más a esos votos matrimoniales que se recitan con solemnidad, pero se incumplen a la primera tentación. El partido que nació para barrer con los privilegios ahora se debate entre aplicar su lema de “no mentir, no robar y no traicionar”… o blindar a un diputado acusado de intento de violación por su propia media hermana. Porque sí, el protagonista de esta tragicomedia política no es otro que Cuauhtémoc Blanco, exgobernador de Morelos, exfutbolista profesional y actual legislador federal, cuyo fuero huele más a salvoconducto que a garantía constitucional.
ESTA semana, mientras las diputadas de Morena alzaban la voz en tribuna contra la decisión de la Sección Instructora que desechó la solicitud de desafuero contra Blanco, el vicecoordinador del partido en San Lázaro, Alfonso Ramírez Cuéllar, se sacó de la manga una propuesta: eliminar el fuero desde los estatutos del partido. Como si bastara con una línea en el reglamento interno para curar el cáncer de la impunidad. Pero algo es algo, dirán los optimistas.
LA PROPUESTA de Ramírez Cuéllar va más allá de lo simbólico: que cualquier legislador o gobernador morenista se presente voluntariamente ante las fiscalías si enfrenta una acusación. Suena ideal. El problema es que estamos en México y no en una novela de ciencia ficción. La iniciativa, aunque plausible, fue vista con escepticismo por muchos dentro del propio partido, especialmente después de que la Sección Instructora argumentara que el expediente contra Blanco fue “mal armado” por la Fiscalía de Morelos ¡Qué casualidad! El mismo pretexto con el que se han caído casos de corrupción y hasta procesos contra capos del crimen organizado.
MIENTRAS tanto, en el Congreso, un bloque de legisladoras morenistas decidió que no será parte del encubrimiento. “No vamos a legitimar esta farsa”, tronó María Teresa Ealy, quien no se guardó calificativos y llamó a Blanco un “asqueroso personaje”. No fue la única. Anaís Burgos, presidenta de la Comisión de Igualdad de Género, convocó a las 251 diputadas a “marcar la diferencia” cuando el caso llegue al Pleno. Otras como Alma Higuera, Mariana Benítez y Mildred Ávila también se pronunciaron: “hay que creerle a la víctima”.
PERO la disyuntiva en Morena no es nueva. Es la misma que ha atravesado al partido cada vez que uno de los suyos es acusado de algo que contradice los principios que tanto presume. ¿Se acuerdan del caso Salgado Macedonio? ¿Y del senador José Narro? La lista de excepciones a la regla es cada vez más larga. Y, por supuesto, siempre hay un matiz, una justificación, una “guerra sucia”.
POR LO PRONTO, Cuauhtémoc Blanco sigue en su curul. No se ha presentado voluntariamente ante la Fiscalía, como sugirió Ramírez Cuéllar. Tampoco ha mostrado mayor preocupación por la acusación en su contra, más allá de negar los hechos. El “Cuauh” juega el mismo papel que jugaba en la cancha: aguanta el balón, provoca la falta, y espera el silbatazo final. El desafío para Morena no es menor. Si decide cobijar a Blanco, se traga su propio discurso. Si lo deja ir, abre la puerta a que el fuero deje de ser ese escudo blindado contra la justicia. Por ahora, todo indica que el partido está atrapado entre el fuero y el fuego. Veremos si la próxima votación en el Pleno marca un parteaguas… o sólo otro capítulo más en la larga novela del “haz lo que digo, no lo que hago”.