- En su visita al Senado, el secretario de seguridad Omar García Harfuch dijo que el hecho de haber resultados en el combate a la inseguridad, el problema no ha sido resuelto.
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.- En medio de un ambiente político de abierta confrontación donde las cifras muchas veces dicen más que las palabras —y otras veces las contradicen—, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, lanzó una frase que bien podría resumir la condición actual del combate a la violencia en México: “El hecho de que haya resultados no quiere decir que el problema esté resuelto.”
La declaración, hecha frente a medios de comunicación al llegar a comparecer ante el Senado, rompe con el triunfalismo que históricamente ha acompañado a muchos funcionarios en la materia. En cambio, Harfuch optó por una narrativa más realista, casi en tono de advertencia: sí hay avances, pero la paz todavía está en proceso, y ese proceso no es corto ni sencillo.
Durante su intercambio con la prensa, el funcionario subrayó que desde el inicio de la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum, el Gabinete de Seguridad se reúne a las seis de la mañana todos los días. Ahí se revisan resultados, se mide la incidencia delictiva y se ajustan estrategias. Ese esfuerzo, dijo, ha permitido avances palpables: más de 18 mil personas detenidas, más de 800 laboratorios clandestinos de drogas desmantelados y una reducción de homicidios en el primer trimestre del año, el más bajo desde 2018.
Pero Harfuch no cayó en el lugar común de presentar esos datos como prueba de éxito definitivo. Por el contrario, en su visita al Senado para comparecer, reconoció que siete estados del país concentran la mitad de los homicidios dolosos, y que es en esas entidades donde los esfuerzos deben redoblarse. “Estamos trabajando todos los días más en esos estados”, aseguró, sin perder de vista que la violencia en México tiene raíces profundas, muchas veces más sociales que policiales.
En su diálogo con los reporteros, también se refirió al flujo constante de extradiciones de criminales de alto perfil hacia Estados Unidos, encabezadas por la Fiscalía General de la República. Aunque algunas capturas son más mediáticas que otras, puntualizó, “no ha habido un mes sin extradiciones”, mostrando que los canales de cooperación internacional siguen funcionando, aunque lejos del reflector.
Sobre la siempre polémica estrategia de seguridad, García Harfuch fue categórico: los indicadores son medibles y están ahí. Reducción de homicidios, disminución de delitos de alto impacto, detenciones relevantes y aseguramientos históricos de droga en altamar por parte de la Marina. “Esto no se resuelve en seis meses —dijo—, pero estamos convencidos de que es una estrategia que está funcionando.”
Una de las preguntas que quedó flotando, pero no sin eco, fue si la famosa fórmula de “abrazos, no balazos” quedó atrás. Aunque el secretario no la abordó directamente, sus respuestas revelan un cambio claro: la operación armada, la desarticulación de células y los aseguramientos masivos están al centro de la acción del Estado. La narrativa conciliadora ha cedido espacio a una política más frontal y táctica, sin dejar de lado el enfoque preventivo y de contención.
García Harfuch cerró su mensaje recordando la finalidad última: la pacificación del país. Y para lograrlo, subrayó, hay un ejército silencioso de miles de hombres y mujeres de las fuerzas armadas, la Guardia Nacional y las policías estatales que, día tras día, enfrentan una tarea tan titánica como necesaria.
La frase que lo sintetiza todo —“el que haya resultados no quiere decir que el problema esté resuelto”— funciona como un espejo del México actual: un país que, aunque da pasos importantes en la contención del crimen, todavía camina por una ruta empedrada hacia la verdadera paz.
Lo cierto es que no basta con detener delincuentes o destruir laboratorios. La violencia se alimenta también de impunidad, desigualdad y abandono. Y ahí, la tarea apenas empieza.