ROBERTO BECERRA
Un murmullo cruza la frontera, un eco de resistencia. En la penumbra de un Norteamérica fracturado, México encuentra un aliado inesperado: Mark Carney, el banquero convertido en primer ministro canadiense, alza la voz contra el coloso estadounidense. Su victoria electoral del 28 de abril de 2025 no es sólo un triunfo liberal; es una bofetada al proteccionismo de Donald Trump. Pero, ¿puede esta alianza México-Canadá frenar la embestida arancelaria? Agárrense, que esto apenas comienza.
La tormenta se gestó en Washington. Trump, con su retórica de “América primero”, impuso aranceles del 25% al acero y aluminio de México y Canadá, principales proveedores de estos materiales a EE.UU. En 2024, México exportó 4.5 millones de toneladas de acero a su vecino del norte, mientras Canadá aportó 3.8 millones. Juntos, cubren el 60% de las importaciones estadounidenses. Pero el magnate no se detuvo ahí: un arancel del 25% a vehículos no conformes con el T-MEC amenaza la industria automotriz mexicana, que en 2024 envió 3.2 millones de autos a EE.UU., el 80% de su producción. Carney, exgobernador del Banco de Inglaterra, no es un novato en crisis. Asumió el poder tras la renuncia de Justin Trudeau en marzo de 2025, y su campaña, un canto nacionalista contra Trump, galvanizó a Canadá. México, bajo Claudia Sheinbaum, observa con cautela. Pero esto no termina aquí, aún hay más.
Una danza peligrosa en el tablero geopolítico. Carney y Sheinbaum se reunieron telefónicamente el 1 de abril de 2025. “Combatiremos las medidas comerciales injustas de EE.UU.”, declaró el canadiense, según su oficina. Sheinbaum, en su mañanera del 2 de abril, subrayó la necesidad de “fortalecer el T-MEC”. Los números son implacables: el comercio trilateral México-EE.UU.-Canadá movió 1.3 billones de dólares en 2024. Pero Trump amenaza con dinamitar el acuerdo en 2026, cuando se revise. Julian Durazo-Herrmann, politólogo de la Universidad de Québec, lo resume: “Es una película que ya vimos. México y Canadá saben que solos son débiles frente a Washington”. La estrategia es clara: un frente unido. Canadá ya contraatacó con aranceles del 25% a vehículos estadounidenses, eximiendo a México. ¿Coincidencia? No. Es un guiño estratégico. Sin embargo, el riesgo acecha: una recesión en Canadá, con un crecimiento proyectado del 0.8% para 2025, y la inflación mexicana al 5.2% podrían fracturar la alianza. Pero esto no termina aquí, aún hay más.
¿Resistirá el pacto? Carney, con 168 escaños en un Parlamento de 343, gobierna en minoría. Necesita al Nuevo Partido Democrático o al Bloque Quebequés para sobrevivir. En México, Sheinbaum enfrenta presiones internas: Morena, su partido, controla el Congreso, pero las protestas por el costo de vida crecen. “Si Carney y Sheinbaum no entregan resultados rápidos, la unidad se desmoronará”, advierte Vives Siegl, politólogo del ITAM. Trump, mientras, juega al desgaste, sabiendo que el tiempo juega a su favor. Cada arancel es una puñalada al corazón económico de sus vecinos. Pero México y Canadá no son corderos: juntos, representan el 18% del PIB global frente al 24% de EE.UU. La batalla apenas comienza.
El Norte se rebela, pero el precio será alto. México y Canadá, como gladiadores en una arena hostil, se alían contra el titán arancelario. Carney, con su frialdad de banquero, y Sheinbaum, con su pragmatismo, podrían redefinir el T-MEC o cavar su tumba. Trump ríe desde la Casa Blanca, pero subestima la furia de los agraviados.
La moraleja política: en el juego de las naciones, los aliados se forjan en la adversidad, pero sólo los audaces sobreviven al fuego.
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