Roberto Becerra
Pekín, Tokio y Seúl sacan las garras. Este lunes, una cuenta vinculada a la estatal china CCTV soltó la bomba en Weibo: China, Japón y Corea del Sur forjan un pacto histórico para enfrentar los aranceles que Donald Trump, emperador autoproclamado de la Casa Blanca, lanzará este miércoles como su “día de la liberación”. No es un simple murmullo diplomático. Es un puñetazo en la mesa de tres potencias que, hartas de ser el patio trasero económico de EU, unen arsenales comerciales contra el magnate de la melena naranja. Rivales eternos ahora respiran el mismo aire de revancha. El tablero global tiembla.
Esto no salió de la nada. Trump lleva años apretando tuercas. Desde 2018, clavó aranceles del 25% al acero y 10% al aluminio, golpeando a Asia como si fuera un saco de boxeo. En 2024, el déficit comercial de EU con China fue de $295 mil millones, con Japón $68.5 mil millones y con Corea del Sur $66 mil millones, según la Oficina de Análisis Económico de EU. El domingo, en Seúl, los ministros de Comercio de los tres países se encerraron en su primera reunión económica en cinco años. ¿El resultado? Un plan para blindar cadenas de suministro y desempolvar un tratado de libre comercio varado desde 2012. La paciencia se les acabó.
Los aranceles de Trump no son un juego. El 25% a autos importados, que arranca esta semana, apunta directo a la yugular. Japón manda a EU el 17% de sus vehículos, Corea del Sur el 25%, y China controla el 30% del mercado estadounidense de electrónicos. Si la guerra comercial estalla, el FMI calcula un tijeretazo del 0.5% al PIB global para 2026. En Seúl, los tres acordaron “cooperación estrecha” y un comercio “libre y justo”, dice el comunicado del 30 de marzo. En otras palabras: no se van a quedar cruzados de brazos mientras Trump juega al sheriff.
Los expertos no se callan. “Trump logró lo imposible: unir a enemigos ancestrales contra su propia arrogancia”, suelta Patricia Kim, de Brookings, con una mezcla de asombro y sorna. Pero no todos compran el cuento. “Las rencillas territoriales pueden dinamitar esta alianza en dos segundos”, dispara Yun Sun, del Stimson Center. En X, la calle ruge: “¡Asia le da jaque a EU!” Otros desconfían: “Esto es un castillo de naipes.” La tensión se corta con navaja.
Si Trump sube la apuesta, Asia tiene dos caminos: represalias quirúrgicas o un tratado que deje a EU viendo sombras en el Pacífico. Es un ajedrez brutal. La unidad asiática puede ser una fortaleza o un espejismo. Pero esto no termina aquí, aún hay más: los mercados ya tiemblan, con el yen y el won tambaleándose y Wall Street sudando frío. El magnate quiso flexionar músculos, pero podría terminar aislado en su propio juego.
Trump soñó con un EU intocable, pero despertó a un dragón de tres cabezas. Su proteccionismo no sólo encendió alarmas, sino que armó a sus rivales con un motivo común: sobrevivir. El “día de la liberación” puede ser su tumba comercial.
Moraleja política: Subestimas a tus presas, y te cazan en manada.