- El Papa Francisco insistió en que la Iglesia necesita “una teología de la mujer” y que su aporte no puede limitarse a tareas auxiliares o decorativas. “No podemos seguir hablando de la mujer como si fuera un apéndice”, declaró en una audiencia general.
STAFF / LUCES DEL SIGLO
CIUDAD DE MÉXICO.- En un hecho sin precedentes para la historia de la Iglesia Católica, el Papa Francisco transformó radicalmente la participación de las mujeres dentro del Estado Vaticano, rompiendo con siglos de exclusión institucional y desafiando abiertamente a los sectores más tradicionales de la curia.
Durante casi doce años de pontificado, Francisco promovió una serie de reformas estructurales en la Santa Sede, pero fue en el terreno de la inclusión femenina donde sus decisiones provocaron una verdadera revolución silenciosa. De forma gradual pero contundente, fue abriendo espacios de liderazgo a mujeres que hasta entonces solo podían aspirar a roles marginales o auxiliares.
Uno de los cambios más notables fue el incremento del número de mujeres trabajando en la administración vaticana. En 2013, cuando comenzó el pontificado del Papa argentino, 846 mujeres formaban parte del personal. Para 2023, esta cifra ascendió a 1,165 mujeres, lo que representa el 23.4% del total.
Este aumento no solo reflejó una política de apertura, sino una clara voluntad del Santo Padre por integrar a las mujeres en áreas que antes estaban completamente dominadas por varones.
El caso más destacado ocurrió en enero de 2025, cuando la hermana Simona Brambilla fue designada prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, convirtiéndose en la primera mujer en encabezar un dicasterio vaticano. Esta institución, clave para la vida consagrada en el mundo, había estado hasta entonces bajo dirección exclusivamente masculina.
Un mes después, en febrero, la hermana Raffaella Petrini fue nombrada presidenta de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, una doble responsabilidad que la coloca al frente de la administración del Vaticano, una función históricamente reservada a obispos y cardenales.
Además de estos nombramientos emblemáticos, Francisco promovió a seis mujeres al organismo supervisor de las actividades económicas del Vaticano, un área crucial para la transparencia financiera, y a tres más dentro del Dicasterio para los Obispos, organismo que participa en la designación de prelados en todo el mundo.
Entre avances y resistencias
Las decisiones del Papa Francisco fueron bien recibidas en sectores progresistas de la Iglesia, que ven en estos nombramientos una respuesta concreta a la necesidad de modernizar las estructuras eclesiales. Sin embargo, también generó resistencia entre los grupos conservadores, que acusaron al Papa de socavar la tradición y de tomar decisiones que, según ellos, debilitan la autoridad clerical.
La inclusión de mujeres en cargos estratégicos del Vaticano no implica una modificación doctrinal —las mujeres siguen sin acceso al sacerdocio—, pero sí marca una apertura significativa hacia una mayor corresponsabilidad en el gobierno de la Iglesia.
El Papa Francisco insistió en que la Iglesia necesita “una teología de la mujer” y que su aporte no puede limitarse a tareas auxiliares o decorativas. “No podemos seguir hablando de la mujer como si fuera un apéndice”, declaró en una audiencia general.
Su visión estaba alineada con los principios del Concilio Vaticano II y con una pastoral centrada en la justicia, la misericordia y la dignidad de todos los bautizados.
Con sus reformas, el Papa dejó en claro que el papel de la mujer en la Iglesia no es una concesión, sino una urgencia. En un mundo donde más de la mitad de los fieles católicos son mujeres, su inclusión efectiva en los espacios de decisión es un acto de justicia eclesial y de fidelidad al Evangelio.
Francisco ha encendido un debate que trasciende los muros del Vaticano. Y aunque aún hay mucho por recorrer, el camino hacia una Iglesia más inclusiva ha sido abierto… con paso firme y sin vuelta atrás.