- En el nuevo tablero geopolítico, México ocupa un lugar privilegiado que lo convierte en pieza clave de la estrategia de friend-shoring.
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.- En el nuevo tablero geopolítico, México ocupa un lugar privilegiado que lo convierte en pieza clave de la estrategia de friend-shoring, un término que, aunque técnico, está transformando la manera en que se mueven las cadenas de suministro globales.
La idea es simple: trasladar la producción a países aliados y confiables, lejos de rivales estratégicos. Para Estados Unidos, México no sólo es vecino: es el socio más lógico para diversificar su dependencia de Asia, sobre todo de China, en sectores críticos como la manufactura automotriz, los semiconductores, los dispositivos médicos y los centros de datos.
Giro estratégico. El friend-shoring tomó impulso tras la guerra en Ucrania y el aumento de las tensiones comerciales con China. Estados Unidos y la Unión Europea han puesto en marcha políticas para reubicar industrias sensibles en territorios “amigos”.
En ese reacomodo, México aparece como un destino natural, no sólo por la cercanía geográfica y el marco del T-MEC, sino por su peso como segundo socio comercial de Estados Unidos.
Los números son reveladores: el Banco de México estima que más de 25 mil millones de dólares de inversión extranjera directa registrada en 2024 se vincularon a proyectos de nearshoring y friend-shoring. Las armadoras automotrices, ensambladoras de electrónicos y compañías de logística encabezan la lista.
La Unión Europea ha dado señales claras de confianza. A inicios de 2025 entró en vigor la modernización del Acuerdo Global México–UE, que amplía el acceso a mercados y establece compromisos en materia de transparencia, derechos humanos y medio ambiente.
Para Bruselas, México es un “puerto seguro” en América Latina para expandir inversiones sin los riesgos que hoy enfrentan en otras latitudes.
Mirada crítica. No obstante, expertos advierten que el potencial puede diluirse si no se atienden rezagos internos. El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) subraya que gran parte de la inversión reportada corresponde a reinversión de utilidades y no a capital nuevo. El reto es atraer proyectos “ancla” que generen empleos de calidad y encadenamientos productivos.
El Baker Institute de la Universidad de Rice advierte que México se mueve en un delicado equilibrio: “Es un país con una oportunidad histórica en la reconfiguración global, pero con debilidades serias en materia de Estado de Derecho, infraestructura energética y seguridad pública”.
En la agenda bilateral con Estados Unidos, el tema migratorio y el combate al crimen organizado siguen generando tensiones. La administración Trump y el gobierno de Claudia Sheinbaum han ratificado la coordinación en seguridad y combate al fentanilo; la percepción internacional sobre violencia en México continúa siendo un freno para algunos inversionistas.
A pesar de los riesgos, la oportunidad es única. México es hoy un pivote geoeconómico entre Norteamérica, Europa y América Latina. La combinación de friend-shoring y nearshoring coloca al país en el centro de las decisiones estratégicas de las grandes corporaciones.
La pregunta de fondo es si el Estado mexicano podrá traducir esa posición en políticas públicas de largo plazo que fortalezcan el Estado de Derecho, garanticen energía limpia y suficiente, y modernicen la infraestructura logística. De lo contrario, el país corre el riesgo de perder el impulso y ver cómo las inversiones buscan otros destinos “amigos” en Asia o Sudamérica.




